sábado, 23 de enero de 2010

Capítulo 13.


Y llego Navidad…

La noche anterior habíamos ido a buscar los regalos de Navidad de los chicos para dejarlos debajo de su árbol, pues dormiríamos allí. Nos habíamos ido tardísimo a dormir, con dificultades con las llaves. No sé cómo pude levantarme al día siguiente, bueno si, si sabía. Danny había dormido conmigo y ahora había comenzado a saltar encima de la cama, con una vitalidad que aun no sabía de dónde sacaba, antes de tirarse encima de mí y empezar a hacerme cosquillas. Unos gritos provenientes de la habitación de al lado (aunque sonaban como si estuviesen en la nuestra) me indicaron que David estaba haciendo lo mismo con San.

Abrí la puerta de la habitación después de librarme de Danny justo cuando mi amiga estaba haciendo lo mismo, intercambiamos una mirada y echamos a correr hacia el lugar donde estaba el árbol, allí tenía que haber algo para nosotras, aunque yo ya había recibido mis mejores regalos. Hacia la mitad del pasillo dos figuras difuminadas nos agarraron para adelantarnos, y cuando llegamos a nuestro destino Danny y David ya estaban allí.

El novio de San tenía mi regalo entre las manos, esperaba que mi indirecta no se notara mucho.

- ¡Oh, son preciosas! ¡Gracias Adri! – y vino a darme dos besos – Quiero estrenarlas – y comenzó a ponerse las zapatillas, que no combinaban con su pijama de pingüinos.

- Eso esperaba, y ¡que las uses! – Sandra me miró aguantando la risa.

- Ese es el mío – dijo mi amiga viendo hacia David.

Nada más abrir su regalo sus pequeños ojos se abrieron en su máximo exponente.

- ¡Diooooooooooooooooooooooooooooos! – y después de decir eso se fue de la habitación con su nuevo bajo y con su novia en brazos, supuse que… a celebrar la Navidad.

Tom y Hugo habían llegado con Inés y Gio, y estaban todos abriendo sus regalos. No me había fijado pero unos paquetes del suelo llevaban mi nombre. Los abrí sorprendida, el primero era el de San, ¡era una Blackberry negra! Cómo quería a esa mujer, pero había algo más. Del sobre cayó un papel que decía: “vale por el tatuaje que Adri lleva esperando años”, San me conocía tanto como mi madre; ya le daría las gracias más tarde… Había otro, de los chicos para las dos, enorme, y supuse que a Sandra no le importaría que lo abriese, así que cogí el paquete y me dispuse a ello.

- ¡Oh! - exclamé cuando vi lo que había en su interior. Una enorme televisión, más que la que Sandra ya tenía, un home cinema con unos cincuenta altavoces y una wii con unos cuantos juegos. Aquello debía haber valido una millonada.
Acto seguido busqué a Danny y me lancé a él.
- ¡Gracias! Dios, ha tenido que ser… bastante caro - dije como reprochándole.
- Bueno... entre todos lo ha sido tanto... - dijo sin soltarme.
Fue ahí cuando volví a recordar lo bien que olía, igual que lo que había sentido todo la noche. Cerré los ojos para disfrutar de aquel perfume, pero al final no pude alargarlo más, lo miré durante unos segundos y luego me fui a dar las gracias a Tom y a Hugo, pues David seguía ocupado.

Al darme la vuelta vi a Tom con una camiseta puesta, otra en la cabeza y la última dando vueltas sujeta a su mano; y a Hugo con su pijama nuevo puesto por encima del otro.

- Aunque sea un pijama, he de reconocer que es bonito. Pero no más que el reloj - me dijo Hugo, y después me abrazó. Me parecía que estaba empezando a sentirme parte de aquel lugar. Luego abracé a Tom y me quedé sentada esperando, viendo a Danny, aun tenía que abrir mi regalo. Así estuve hasta que escuché:

- ¡Eh, aquí todavía queda uno! Anda, si es para mí...

Danny cogió el paquete rectangular, dentro se encontraría el estuche con la guitarra en su interior. Lo abrió, pero se quedó paralizado enfrente de él, de rodillas. Se levantó lentamente y tardó lo que a mí me habían parecido años en quedarse frente a mí, a unos centímetros.

- Fe... feliz Navidad - conseguí murmurar, me ponía nerviosa que me mirase tan fijamente.
- Poco a poco - parecía que se decía a sí mismo - no sé si podré - dijo, y después de decir esas palabras sin sentido.

(San)

Después de que David me llevase a la habitación, volvimos con los chicos a ver los regalos. Me sorprendí al ver qué nos habían comprado ellos, la verdad no supe que decirles, estaba deseando estrenar aquella televisión; pero había notado que David no me había dado nada personalmente. Tomamos algo todos juntos, y como aun eran las nueve y media nos volvimos todos a dormir.

Cuando me desperté por segunda vez en un mismo día, ya era casi la hora de comer. Me levanté sin hacer ruido para no despertar a aquella marmota mía, y fui a la habitación de Dan, quería verlos.
Abrí la puerta lentamente, y con la poca luz que entraba por las rendijas de la persiana de enfrente, pude ver algo.
Adri estaba tumbada encima del pecho de él, mientras él la rodeaba con el brazo, tiernamente dormidos. Esa escena me recordó a cuando David y yo habíamos empezado, suspiré, la verdad, aun seguíamos siendo así, lo adoraba. Estaba recordando pequeños momentos cuando escuché un ruido en la cocina, así que fui a ver qué era.

Mi futura suegra y demás estaban haciendo la comida.
- Os llamaremos cuando esté todo preparado, ¡ahora vete a dormir! - me dijo sonriente la madre de David, y aunque se me había ido el sueño, le hice caso.

La primera cosa que vi cuando entré fue a él, seguía durmiendo espatarrado boca arriba en la cama, con la boca enteramente abierta; era como un bebé muy grande. ¿Me podía gustar más de la que ya me gustaba? No fui capaz de despertarlo y como no podía dormir me fui a casa a buscar la ropa para la comida. Estaba ya en el pasillo cuando vi que la puerta de casa estaba abierta, me paré en seco, ¿qué hacía la puerta abierta? Entré corriendo en casa, para ver que había pasado, cuando escuché mucho ruido y vi a dos hombres, lo único que se me ocurrió fue empezar a gritar, como una loca. Aquellos hombes pararon en seco, mirándome, y un tercero entró por la puerta. No podía moverme.

- ¡PERDONE! – escuché que decía uno de los hombres - ¿ES USTED LA SEÑORITA SANDRA? – gritaba muchísimo pues tenía que sobrepasar mis decibelios, pero al oír esa pregunta me callé.

- S…s….s…si – no sabía qué estaba pasando.

- Buenos días, estamos aquí por encargo de su novio, David, y quiere que le digamos que su regalo de Navidad es un ropero, que no se ha olvidado de usted, que espera que le guste y que feliz Navidad – hizo una reverencia – y ahora si nos disculpa seguiremos trabajando.

- C.. claro… - salí corriendo de casa y entré en la de enfrente. Crucé el pasillo en menos de dos segundos y me tiré en plancha encima de David. Si, era imposible que lo quisiera más.

No hay comentarios:

Publicar un comentario