sábado, 23 de enero de 2010

Capítulo 12.


Nochebuena

-¡Saaaaaaaaaaaaaaaaandraa! ¡Daaaaviiiiiiiiiiiiiiid! ¡Levantaos ya, vagos! - la estridente voz de Dan perforó mi tímpano hasta que solo pude oír el ruido que hacían los cojines al chocar contra mi cara: Adri, mi mejor amiga, a la que en ese momento empezaba a odiar, se lo estaba pasando como nunca cogiendo todos los cojines y tirándomelos. Definitivamente tener tantos en la habitación no había sido una buena idea.

- ¿Qué cojones está pasando? - bufó David molesto mientras se desperezaba, y aun así, me besó en la frente.
- Está pasando que hoy llegan tu madre y la mía, imbécil - le contestó Dan mientras salía con Adri cogida de la mano por la puerta.
- ¡Oh! ¡Es cierto! –grité con emoción mientras me ponía en pie encima de la cama. Cogí unos vaqueros, un blusón y unos zapatos. Me peiné, me eché unos polvos en la cara, un poco de rímel en las pestañas y en menos de dos minutos, sorprendentemente para ser yo, estaba lista. Cuando terminé de arreglarme David seguía tirado en la cama haciendo amagos de levantarse pero volviéndose a tumbar siempre, y aunque la escena era bastante cómica y podría reírme de él lo que quisiera, decidí que lo dejaría dormir; iría yo de su parte al aeropuerto. Me arrodillé en la cama a su lado y le susurre al oído.
- Duerme mi amor, iré yo a recogerlas.
- Eres realmente perfecta - y se acomodó nuevamente bajo el edredón. Me fui antes de que los leves ronquidos rompieran todo el encanto.

Para ir al aeropuerto tuvimos que llevar los dos coches, el mío y el de Dan, y como consecuencia mi viaje hasta el aeropuerto fue en solitario.

Al llegar, mi maravillosa suegra y mi preciosísima cuñada me esperaban alegres con sus maletas… las cuales, digamos que eran poco discretas…al lado de ellas estaban los torbellinos de Bolton, la madre de Dan y su hermana.
Después de los reencuentros y presentaciones, pues Adri tenía que conocer a su….bueno….a su “futura suegra”, nos fuimos a casa a buscar a David, Tom, Gio, Hugo e Inés para ir a comer a un restaurante chino, que era un buffet, por lo que podríamos hincharnos de nuggets, sushi, pollo frito , salsa agridulce y demás. Después de una comida tan familiar, llevamos a las madres a casa para que fueran haciendo la cena, y como no nos dejaban hacer nada, nos fuimos a patinar sobre hielo.

- ¡Aaaaaaaah! - acabábamos de entrar en la pista y Dan ya andaba por ahí sin control, “Va a ser una tarde de caídas” pensé. A mí nunca se me habían dado bien eso de las ruedas, había aprobado el carnet de coche después de cincuenta prácticas, me había roto un brazo andando en bicicleta y nunca había aprendido a andar bien en patines. Pero desde que vivía en Londres estaba mejorando, pues a David le encantaba patinar y una de nuestras primeras citas había sido en aquella pista. La recordaba bien, pues fue un poco desastre, nada más entrar mis pies resbalaran y nos habíamos ido directos al hielo. Nuestro primer beso, o intento de beso, había sido allí tirados. Ahora, mientras patinaba cogida de su mano veía a Adri con su melena negra al viento riéndose con Dan, en eso los dos era expertos: él hacia el tonto y ella se reía. Adoraba verlos y los adoraba a ellos. Adoraba a Dan más que nunca, sabía exactamente lo que mi amiga necesitaba, y lo que necesitaba se llamaba Daniel.
Estuvimos allí toda la tarde, y el record de caídas nos lo llevamos Dan y yo, aunque quizás la que más recordaríamos fuese de de Adri y mía. Rara vez hacíamos algo que conllevara tener equilibrio y no nos caíamos, y ese día no iba a ser raro, después de caernos de espaldas me llevé la impresión de haberme roto algún hueso del trasero. La verdad es que a Adri siempre le habían gustado los patines, al menos más que a mí, y no había perdido mucha práctica, pero comenzó a patinar conmigo y pasó lo que tenía que pasar. Después de muchas risas volvimos a casa, donde nos esperaban las cuatro madres de los chicos cocinando felizmente.

Mi amiga y yo nos fuimos a nuestro piso a prepararnos, con la ropa que habíamos comprado para ese día, que teníamos planchada y delicadamente colgada en el armario. Su vestido con escote y zapatos azules y mi vestido corto con mis zapatos rojos. Vistas en el espejo pareceríamos dos fichas del parchís.

Entramos calladas hasta que no pude aguantar más y le grité:
- ¿Y bieeeeen?
Mi amiga comenzó a reir

- De momento nada San, pero prefiero, quiero que vaya todo despacio, mágico. Es obvio que me encanta… y eso ojos ¡Dios San, esos ojos! Pero despacio…
- Mmmm, poco a poco, me gusta - susurré
- ¿Qué?
- Nada, nada… Venga, vamos a prepararnos ya.
- Todos murmuráis palabras sin sentido últimamente – se fue con fingida cara de odio y se metió en la ducha.

Después de tres horas preparándonos (qué raro en nosotras) nos fuimos a casa de los chicos, esta vez fue Dan el que apareció tras la puerta con su habitual sonrisa y sus brillantes ojos azules, ignorándome por completo, pero no me importó cuando vi la cara con la que mi amiga lo miraba.
- Hola Adri – dijo - estás…bueno…estás…eh…bueno…eh…impresionante -consiguió acabar, no antes de que yo pudiera reírme apagadamente de él. Yo me adentré en la casa y me dirigí directamente a la habitación de David, suponía que estaría allí haciendo el vago. Cuando entré me lo encontré sentado en el sofá de su habitación con un traje gris, precioso, y aunque tenía la corbata mal anudada, estaba perfecto, guapísimo. Después de arreglarle aquel enredado nudo salimos de la habitación, el ambiente era inmejorable.
Dan y Adri estaban sentados en el sofá con la guitarra en las manos mientras sonreían.
- San mira… ¡Ven! - llamó mi amiga, y comenzó a tocar una canción que, creía, era de Bruce Springsteen. Cuando terminó de tocar lo que había aprendido, Dan la beso en la frente y seguidamente añadió:
- ¡Mamáaaa! ¿Falta mucho? Mi estomago ruge de hambre, ¿cuando estará la comida?
Adri comenzó a reírse, yo puse los ojos en blanco pero finalmente la imité, era Dan; la abracé y nos sentamos a la mesa. El menú era típico: pavo relleno navideño, patatas asadas, y al menos, tres mil tartas, todo riquísimo.

Había empezado a comer cuando giré la cabeza y descubrí a David y a Dan con una servilleta de tela doblada en forma de barco y puesta a modo de gorro, estaba claro que eran únicos. La velada transcurrió tranquila y risueña, incluso eché en falta los quejidos de Dan por tener que dormir en el sofá ya que todas las camas estaban ocupadas y la de él le correspondía a Adri. Estoy segura que no puso ningún tipo de inconveniente por ser ella, si fuese para mí o para alguno de sus amigos habría puesto el grito en el cielo como solo él sabía hacer: su cama y su amorosa almohada (como él la llamaba) eran suyas y de nadie más, y mientras tenía aquel pensamiento noté como Bruce se posaba al lado de los pies de mi amiga.

- Eso es que le gustas – le susurró Dan.
- Eh…si...ya…ya me lo había dicho Tom - Adri comenzó a sonrojarse.
- Pues no es al único que le pasa.

Me sonreí a mi misma mientras me repetía una y otra vez “poco a poco”, la verdad siempre me había sido difícil contener mi impaciencia y esa semana me estaba costando más de lo normal, pero debía esperar.

Después de una larga noche de fiesta llegamos a casa de día, y después de una dura lucha con las llaves (David y Dan afirmaban que la cerradura se movía y les echaba la lengua, cosas de las fiestas) cada uno se fue para su habitación a excepción de Dan, que se quedó en el sofá del salón.

(Adri)

Llevaba veinte minutos en cama disfrutando del olor de aquella almohada, cuando escuché el sonido de la puerta, que se abrió, y detrás apareció él.

- Eh… ¿Puedo meterme en cama contigo?... Es que no me gusta dormir solo y llevo demasiado tiempo haciéndolo…además en el salón hay… hay demasiada… claridad… eso.

Y sin esperar a mi contestación se metió en cama.
- Claro…- murmuré igualmente.

Un cuarto de hora después estaba acurrucada contra él.

No hay comentarios:

Publicar un comentario