martes, 19 de enero de 2010

Capítulo 11.


El cumpleaños de Hugo

El timbre resonó en el pasillo y tres segundos después la puerta se abrió, y detrás de ella apareció Hugo, el cumpleañero.

- ¡Holaa! – exclamó

- ¡Felicidaaadeees! – gritamos las dos a la vez, entregándole su regalo.

- ¡Oh! ¿Cómo sabíais que necesitaba un reloj? ¡Increíble!

- Mm… Intuición femenina… - dije mientras intercambiaba una mirada de complicidad con Adri.

- El plan para esta noche es simple, cenita de los ocho y luego ¡fiesta!

- Lo sé, Hugo. – dije cansinamente, Hugo solo había uno - La fiesta la he organizado yo ¿recuerdas?- Le dije riendo, mientras intentaba despeinarle aquella rigidísima cresta; no sin antes ponerme de puntillas, claro.
- ¿He oído organizadora de fiestas?- una voz sonó dentro de casa, y una cabeza rubia con unos pequeños ojos azules apareció por la puerta del salón.

David se acercó a mí y me llevó hasta el salón cogida por la cintura. Cuando me di la vuelta para llamar a Adri descubrí que alguien ya se había encargado de acompañarla: Dan. Supuse que él había provocado aquella leve brisa que había sentido hacía unos tres segundos, cuando quería era sorprendentemente rápido. Estaban hablando animadamente y solo llevaban dos minutos juntos. Él como de costumbre con su sonrisa y sus enormes y brillantes ojos, con los que se la comía. Ella con cara de boba, aunque solo yo que la conocía lo suficiente me daba cuenta de eso.
Cuando entramos, la sala estaba irreconocible. Todo, absolutamente todo, estaba en su sitio, ordenado. Ningún calzoncillo, ninguna camiseta… nada tirado por el suelo; habían hecho un buen trabajo.
- Ven conmigo – escuché que Dan decía a Adri, y desparecieron por la puerta de su habitación.

(Adri)


-
Bueno…Es que… Tengo… Tengo algo para ti - me dijo Danny con una tímida sonrisa nerviosa.
- Pe… Pe… Pe… Pero…Navidad … Navidad no es hasta dentro de dos días.-le contesté, pensando si realmente era así.
-Ya… Bueno…Pero lo vi, te vi, te escuché... Mmmm ... Bueno… Toma - dijo tendiéndome un enorme paquete que sacó de debajo de la cama.
- ¡Oh! ¡Dan!... – pero antes de que pudiera seguir me puso el dedo índice encima de los labios.
- Danny – susurró - ¿recuerdas?
Ante esos ojos, lo único que pude hacer fue asentir. Abrí el paquete y pensé que lo que estaban viendo mis ojos no podía ser cierto.
- Es la primera guitarra que tuve, le tengo muchísimo cariño pero… como me habías dicho que estabas aprendiendo… bueno pensé que quizás.. .te vendría bien.
- Es… Simplemente…Perfecta… Danny - dije enfatizando su nombre.
Él sonrío ampliamente, enseñando sus blancos dientes.
-¿¡Podéis volver al mundo real por favor!? - gritaba David desde el otro lado de la casa. También se oían otros conocidos gritos, solo podían ser de Sandra, y decían algo así como que se callase sino quería dormir en el sofá.
Dan y yo reímos, y muy a mi pesar volvimos al mundo real.

(San)

Mientras me sentaba en mi sitio de siempre en aquella casa, vi como la parejita aun no formada salía de la habitación. Era como si tuvieran un mundo aparte, solo se miraban entre sí; bueno Adri de vez en cuando me miraba y sonreía nerviosa o feliz, o las dos, era difícil de descifrar.

La cena transcurrió sin mayores incidentes, a excepción del bote de salsa que, como no, se me movió de las manos y cayó estrepitosamente al suelo, una cena no sería una cena si yo no me cargase algo. Excepto eso la velada fue genial. Todos juntos riéndonos de anécdotas de los chicos y de las nuestras vividas en España; como la del día en que pensaron que nos estábamos ahogando, supuestamente, en el río de nuestro pueblo; o las noches tiradas en cama fantaseando, todo acompañando con más de trescientos álbumes de fotos. Adri y yo éramos una pareja perfecta hasta para eso, a ella le encantaba quitarlas y a mi coleccionarlas y agruparlas. Creo que mientras veíamos las fotos, lo que sentía Dan por mi amiga se iba agrandando al verla de pequeña, pues aunque los cuatro estaban cansados de todos mis álbumes, esta vez Dan estaba más atento que nunca. La verdad era guapísima y totalmente distinta a mí: pelo negro y rizo y ojos verdes y grandes. Como el Ying y el Yang, el blanco y negro; complementarias.

Cuando acabamos de cenar Hugo insistió en que el recogería personalmente todo, así que no teníamos que preocuparnos de nada; realmente estaban irreconocibles. Nos levantamos, pero antes de que Adri y yo saliésemos por la puerta me di cuenta de cómo Dan se acercaba silencioso a Adri.

- Tienes unos ojos preciosos - le oí susurrar, y antes de que mi amiga se diese la vuelta él ya se había ido. Sus palabras retumbaron en mi cabeza, “poco a poco Sandra, poco a poco” me dije a mi misma.

Después de una larga noche de fiesta, de la cual no recuerdo mucho, solo de que nos lo pasamos bien, me encontraba metida en cama con David diciéndome:

- No te pienses que no me he dado cuenta del pelo, pero Adri me advirtió de que el resto está recogido hacia dentro… - me besó y cerró los ojos. Le eché la lengua, le devolví el beso y me fui a cerrar la persiana de la habitación, no quería luz dentro de una hora cuando estuviese durmiendo. Llegué a la pared, y a través de esta escuché el sonido de una guitarra y una risa que se ahogaba con la última nota. Sonreí. Escucharla feliz era, para mí, la mejor de las melodías.

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