sábado, 9 de enero de 2010

Capítulo 7.


Adri

Al día siguiente me levanté más temprano que Gio y Sandra, así que aproveché para preparar el desayuno. Al acabar y verlo todo listo, pensé que había hecho demasiada comida, pero éramos tres, quizás no era tanta. Había tostadas con mantequilla y mermelada, zumo natural de naranja y manzana (que había hecho gracias a la estupenda exprimidora de Sandra), café, leche caliente, bollos, galletas, cereales y creo que nada más. Gio y Sandra salieron de la habitación casi a la vez, frotándose los ojos y bostezando por el cansancio.

- Que bien huele – dijo Sandra con la voz aun ronca – Creo que me voy a seguir levantando más tarde que tú muchos días – cogió una taza de café y un bollo y empezó a comer.

- Realmente está delicioso – afirmó Gio después de haber empezado una tostada.

- Gracias.

- ¿Ya has pensando en qué vas a ponerte? – preguntó Sandra, observándome.

- Pues … no… - confesé.

- ¡Muy bonito! Pues solo te quedan cuatro horas y media para pensarlo.

- ¡Sólo! – dije - ¡Claro! – todas reímos.

- Dan es encantador – dijo Gio – pero su última novia no lo supo ver.

- ¡Y Tom y David también lo son! – dije – No os quitan los ojos de encima.

- La verdad aun no me lo creo, David es … es … perfecto. – empezó a decir Sandra – Aun me acuerdo de la primera vez que lo vi, fue en el pasillo. Yo estaba esperando el ascensor, cuando él salió de la puerta con tanta prisa que chocó contra mí y nos caímos al suelo. Me pidió perdón unas … cuarenta veces – sonrió – Al día siguiente alguien llamó a la puerta de casa, era él, quería azúcar y se lo di; volvió a llamar tres minutos más tarde pidiéndome harina, volvió pidiendo huevos; y cuando escuché de nuevo ,un poco harta, el sonido del timbre y suponía que vendría a pedir cualquier cosa más, abrí la puerta y me lo encontré manchado de pies a cabeza con un pastel en las manos. “Siempre he dicho que hay que conocer a los vecinos, e intentar llevarse bien con ellos” me dijo sonriente. Lo invité a pasar, hice café, comimos el pastel y charlamos durante horas, así días y días; hasta que dos semanas después me invitó a cenar y … hasta hoy – se puso colorada.

- ¡Qué bonito! – dije mirando a Sandra.

- Yo a Tom lo conocí en un intercambio, cómo no. Vinieron unos cuantos alumnos de último curso a pasar tres semanas, y a Tom le tocó sentarse a mi lado. Una semana más tarde, después de muchas charlas, comidas, paseos y deberes, pasó lo que tenía que pasar. Después de que él se fuera, pensé que no nos volveríamos a ver, pero una vez acabado el curso, apareció de golpe en mi casa preguntándome si quería irme con él, y como supondréis, dije que sí.

- Ohhhhh – al decir esto, Sandra se atragantó con el bollo que tenía en la boca, y todas comenzamos a reír.

Hablamos durante toda la mañana y llegó la hora de comer, después de acabar fui a mi cuarto a pensar qué me iba a poner, pues la mirada de Sandra lo decía todo.

- ¡Esos vaqueros que tanto te gustan estarán bien! – oí bramar a Sandra.

- Eso pensaba yo – me dije a mí misma.

Cogí mis vaqueros viejos, una camiseta negra y unos tacones del mismo color, sabía que si salía de la habitación con zapatillas, los gritos de mi amiga llegarían a Rusia.

- Preciosa – me dijo ella cuando salí del cuarto – Son las cuatro y media, ¡Dan está cerca!

- Eso siempre, vive al lado.

- Tu inteligencia me aplasta – sonrió.

Me senté en el sofá y miré alrededor, llevaba tan solo tres días en aquella casa y a mí me parecían meses. A las cinco en punto sonó el timbre, abrí la puerta: aquellos ojos.

- ¡Hola! Veo que ya estás lista.

Él vestía unos vaqueros, una camiseta blanca, chaqueta negra y unas zapatillas.

- Abrígate – me dijo - ¡Esto es Londres! y estamos en diciembre.

Cogí mi abrigo y nos marchamos.

- Si no estamos aquí cuando volváis, estamos enfrente, y no te preocupes, mañana iremos a comprar los regalos – consiguió decirme Sandra antes de que cerrara la puerta.

Subimos en el coche de Dan y nos dirigimos a conocer Londres. Me llevó al Támesis, Trafalgar Square, Picadilly Circus, Hide Park, Buckingham Palace, Big Ben, Chinatown, Harrods, Tower Bridge y mil lugares más. Por último me llevó al Hard Rock Cafe, donde nos sentamos en la barra y me invitó a unas bebidas. Siguió contándome cosas sobre él, o que le habían pasado. Me enteré de que David había bebido una botella llena de orines de Hugo por error, y que él se encargaba siempre de recordárselo; que en un examen del instituo había echando demasiados gases malolientes y me habló de su antigua novia, Olivia.

Él la había dejado después de dos años, pues ella se había acostado con otro. Me contó que eso era lo ‘más fuerte’ que le había hecho, pero que de lo demás prefería no hablar, y que aprovechó la circunstancia para cortar con ella, pues ya no sentía lo mismo que antes hacia ella. Me preguntó por Carlos, pero le dije que no merecía la pena ni que lo nombrase, ni pronunciar su nombre, me daba asco. Él sonrió y me dijo:

- Vamos a dar un paseo.

Pagó las bebidas y salimos, ya era de noche sin que yo me hubiera dado cuanta, que raro. Habían acabado de colgar las luces de Navidad, y como ya había oscurecido, estaban encendidas. Adoraba la Navidad. La calle estaba llena de gente, con prisas, abrigada hasta las orejas, gente vendiendo cosas, gente cargada de regalos, o simplemente disfrutando del frío. Una de esas ancianitas que vendían cosas se acercó a Dan.

- Buy a pretty rose for your pretty girlfriend, boy! (Compra una bonita rosa para tu bonita novia, muchacho!)

Entendía bastante inglés como para comprender lo que la señora había dicho, y pensé que seguiríamos andando; pero no, Dan le compró la rosa a la viejecilla, y me la dio.

- Una hermosa rosa para mi hermosa…bueno… para… una hermosa chica.

- Gracias – acerté a decir, y nos quedamos mirándonos.

- Está precioso Londres en diciembre, pero hace demasiado frío – dijo Dan, todavía viendo hacia mí, pero apartó la vista para ver su reloj - ¡Ya son las once! Será mejor que volvamos, es que mañana tengo que madrugar.

- Vale – aunque realmente no tenía ganas de volver, sabía que ya era hora de hacerlo.

Volvimos al coche y regresamos a casa, con Bruce Springsteen sonando en el reproductor.

Al llegar al pasillo escuché a Sandra riendo, el sonido venía de casa, así que supuse que ya habrían vuelto. Dan me acompañó hasta la puerta.

- Bueno … - empecé a decir torpemente.

- Tenemos … que … Tenemos que quedar otra vez – dijo él antes de que yo pudiera seguir con mi frase – Después del cumpleaños de Hugo, pero el sábado nos veremos.

- Claro – sonreí.

- Hasta mañana Adri.

- Hasta mañana, Dan.

- Llámame Danny.

- ¿Por qué?

- Porque eres tú – se acercó lentamente hasta mí y … me dio un beso en la mejilla – Que duermas bien – dijo, dio media vuelta y se fue a casa, no dejé de mirarlo hasta que hubo desaparecido por la puerta. Entré y me encontré a Sandra, sentada en el sofá con la tele encendida, no había signos de que Gio estuviera en casa.

- ¿Qué tal ha ido? ¡Cuéntamelo todo ya! – me abordó Sandra antes de que pudiera poner los dos pies dentro - ¡Ya estás tardando!

- Tranquila – realmente Sandra estaba loca – No ha pasado nada… relevante. Hemos visto casi todo lo más importante de Londres, me ha invitado a algo en el Hard Rock, hemos dado un paseo, me ha comprado esto – levanté la rosa, que llevaba en la mano – y me ha traído a casa.

- Bien… ¿Te ha dicho algo en el pasillo?

- Si…

- ¿Qué? – dijo felizmente.

- Que… tenemos que quedar otra vez, y que nos veríamos el sábado en el cumpleaños de Hugo.

- Bien… - dijo sonriendo --- bien … bien … bien … bien … me gusta…Bueno, ¿vienes a ver la tele?

- Ahora mismo.

Me puse el pijama, me senté con ella en el sofá y vimos juntas la televisión un rato antes de irnos a dormir.

Esa noche no escuché ninguna guitarra, pero soñé con él.

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