miércoles, 17 de febrero de 2010

Capítulo 17.


David

¿Por quéeeeeeeeeeee? ¿Por qué me tenía que levantar para ir a trabajar mientras mi novia me lo restregaba, pues seguía dormida? No quería ir, se estaba tan calentito en cama, con San. Realmente ella había sido lo mejor de los últimos… ¿veinte años? Era la mejor del mundo y no me cansaría nunca de ella.

Segundo día de trabajo después de las vacaciones y yo ya no podía más. Quizás mi novia si tenía razón y era demasiado vago… Bueno, realmente el trabajo era una mierda, estaba un poco harto de vender entradas y de tratar a gente idiota como si me cayese bien; aunque ese día se me hizo más llevadero, pues por la tarde teníamos ensayo, y aunque las chicas no pudiesen venir (Sandra me había dicho que era muy urgente acabar de llenar su vestidor) seguro que habría buenas noticias.

Blasfemé sobre los directores de películas unas cuantas veces antes de salir al estudio; eran las cuatro y media, supuse que los chicos ya debían estar allí. Así era, llegué y los vi.

- ¡¡¡Daaaaaaaaaaaaavid!!! – antes de que pudiese entrar me encontraba tirado en el suelo con Tom encima de mí.

- ¡Vale! ¡Tom, ya puedes dejarme respirar! ¡TOOOOOOOM! ¡¡Tengo la estúpida necesidad de coger oxígeno para vivir!!

- ¡Ui! ¡Lo siento lo siento! Bueno, aun no es seguro, pero tenemos un concierto el próximo sábado en la bolera Megabowl y… ¡vendrán los jefazos de la discográfica! ¡Si les gustamos nos promocionarán el disco! He estado hablando con Javier, él es uno de los que nos vendrá a ver, es una suerte pues nos conoce a los cuatro y nos llevamos bien…. y…. ¡Eso! ¡Tenemos que prepararlo todo! ¡Las canciones! ¡Todo!

Mientras Tom hablaba a gritos y daba vueltas por todo el estudio, nosotros nos limitábamos solo a mirarlo, asentir y sonreír. ¡Era una noticia genial! El único problema sería que canciones tocar, y que… ¡había que ponerle un nombre al grupo! Bueno, todavía teníamos una semana…

- Bueno, bueno – Tom seguía hablando – ¡Venga, a ensayar! Tenemos que pensar que canciones vamos a tocar… No creo que tengamos toda la noche… Así que tendremos un orden... y luego tocaremos las que nos dé tiempo… ¡Ah! Y no digáis nada a las chicas, será una sorpresa... Está bien, yo creo que deberíamos tocar…

A las 9 de la noche salimos del estudio, reventados, creo que nunca habíamos pasado tanto tiempo allí dentro. Tenía ganas de volver a casa y estar con San, casi no la había visto en todo el día y la echaba de menos.

Llegamos a casa y Gio, San y Adri estaban tiradas en el sofá; estaba seguro de que algún día tiraríamos un tabique y haríamos una casa de las dos que ya teníamos, no habría necesidad de salir al pasillo.

- ¡Por fin! – Sandra se me lanzó encima - ¡Cuánto habéis tardado!

- Si, es que… – Tom me miraba fijamente – es que ¡nos hemos emocionado ensayando!

- Estábamos a punto de ver una película, ¿os apuntáis no? – Sandra me miraba con aquella cara, aquella a la que no podía decir que no, aunque solo tenía ganas de meterme en cama y dormir.

- Claro… - la cogí de la mano y nos fuimos todos al sofá - ¿Qué ibais a ver?

- ‘Regreso al futuro’

- ¡Oh! – Tom saltó en el sofá - ¡Genial! ¡Esa película nos encanta a los cuatro!

- Ya la hemos visto unas cincuenta veces, pero da igual – Hugo se apropió del cojín azul - ¡Vamos allá!

- Eh… - Tom nos miraba con una ceja levantada – y si… no os… estaría bien… me parece que… ¿y si le ponemos al grupo el nombre del protagonista?

- ¿¡Marty!? – gritó Danny, dejando casi sorda a Adri, que estaba a su lado.

- ¡No idiota! El apellido… ¡McFly!

- McFly, McFly, McFly , McFly, McFly… ¡Eh! ¡Pues a mí me gusta! – contesté yo.

- ¡Yo lo apoyo! – dijo San.

- ¡Y yo! – remató Hugo.

- ¡Creo que todos estamos de acuerdo! – soltó Danny alegremente, todos asintieron.

- ¡Genial! ¡Pues McFly se ha dicho! – Tom rebosaba felicidad.

- McFly, McFly, McFly , McFly, McFly, McFly..

- David, cariño, queremos ver la película… - y San se recostó encima de mí, en momentos como esos me preguntaba qué sería de mí sin ella.

Bueno, teníamos todo arreglado. Ahora solo teníamos que esperar al sábado, seguramente esa semana se me iba a hacer eterna.

- ¿En qué piensas David?

- ¿Qué? ¿Qué? En nada… - realmente estaba pensando en el sábado siguiente.

- Sí, claro, es que como no te conozco – dijo San sonriendo - Bueno, ¿nos vamos a dormir? Ya acabó la película…

- Esto… eh… Chicas – escuchaba a Tom hablar desde la otra punta del sofá – ¿qué os parece si el sábado que viene nos vamos a la bolera? Y os aviso con tiempo, no me vengáis diciendo que tenéis que ir de compras, que no sabéis que poneros, que empiezan las rebajas o cualquier cosa – incomprensiblemente mientras mi amigo decía eso no quitaba los ojos de Sandra, no pude evitar reírme y acto seguido recibí un codazo de mi querida novia.

- Me parece estupendo, aunque nunca he jugado a los bolos – decía Adri.

- No te preocupes pequeña yo te enseño – Dan no cambiaría nunca, y ahí si que no pude aguantarme la risa, y por culpa de eso recibí un cojinazo en toda la cara.

- ¡Dios! – se lo devolví a Dan - ¿Es que no me puedo reír? – dije riéndome todavía, él se limitó a sacarme la lengua y a girarse hacia Adri.

- Bueno, ¿nos vamos? ¿Vamos hoy a mi casa?

- Me parece buena idea… Bueno chicos, nosotros nos vamos. ¡Hasta mañana!

- ¡Hasta mañana!

- Que, ¿ya estas pensando que te vas a poner el sábado?

- ¡David, no juegues con fuego! – intentó decirme Sandra seria, cosa que no consiguió pues yo no paraba de hacerle cosquillas.

- Está bien…

Fuimos directos a la habitación, estaba bastante cansado, pero al llegar dentro, San me empujó contra la cama. Esa noche hicimos de todo, menos dormir.

Capítulo 16.


Danny.

Se acababan las vacaciones de Navidad, y aunque no quería que eso pasase, no podía hacer nada. Adri seguía durmiendo en mi habitación, ya habían pasado casi dos semanas desde que la calefacción se había roto, pero no parecía que San tuviera prisa por arreglarla, la verdad no me importaba; y para que ella no durmiera sola, David iba a su casa, o ella venía, así que nadie se quejaba. Que hoy se acabase el descanso significaba que tendría que volver al trabajo, y Adri se buscaría uno, entonces no podría estar tanto con ella; y ahora que estábamos juntos oficialmente sin que los chicos se metieran conmigo y con mi cara de estúpido, me fastidiaba bastante. En esos momento dormía a mi lado, sonriendo. ¿Había alguien que durmiese sonriendo? Solo ella. Me quedé mirándola durante un buen rato, hasta que recordé que era viernes y que tenía que ir a trabajar. Antes solo trabajaba el fin de semana, pero necesitábamos dinero para grabar el disco, y por lo tanto había alargado el turno.

Con mucha lentitud me levanté de la cama y aunque me hubiera gustado despertar a Adri saltándole encima, la dejé dormir; las vacaciones habían trastornado nuestras horas de sueño. Cogí mi sudadera verde, mis pantalones negros y las converse, y me sonreí a mí mismo al ver que al lado de estas había otras, más pequeñitas. Mi armario había sido invadido sin miramientos, al lado de las camisas había vestidos, al lado de mis pantalones estaban los de ella…

Eran las siete de la mañana, así que no me extrañó encontrarme a los chicos en la cocina, todos tenían que ir a trabajar.

- ¡Buenos días! – aunque hubiera trabajo, se notaba que estábamos de buen humor - ¿Siguen las chicas durmiendo?

- Totalmente, como lirones – contestó David – Y no me extraña, Sandra llevaba desde fin de año como un terremoto, nunca la había visto tan eléctrica; y cuando digo nunca, es nunca.

- No me apetece nada volver al trabajo – murmuraba Tom en una esquina – solo voy por el disco. Por cierto, tenemos que empezar a pensar un nombre para el grupo.

- ¡Calla, que nadie tiene ideas! – contestó Hugo.

Tom se rió.

- Bueno, esto es tema a debatir en otro momento; me tengo que ir, ¿os acerco a alguno?

- Por favor – Hugo y David contestaron al unísono.

- Está bien, ¿y tú Dan?

- No gracias, yo iré caminando.

Tom y los otros dos salieron por la puerta; me fui a la habitación a coger mi abrigo, Adri seguía plácidamente dormida. Aun me quedaban veinte minutos para tener que salir de casa así que me fui al pasillo del quinto piso, la vecina tenía una maceta con rosas fuera de la puerta, no notaría que le faltaba una. Regresé a casa y dejé la flor encima de la mesilla de la izquierda, y un papel con las palabras ‘Te quiero’ escritas. No me cansaría de decírselo, aunque solo llevábamos cinco días saliendo, técnicamente.

Llegó el momento de marcharme, me puse mis cascos, encendí la música y con Bruce Springsteen sonando en mis oídos me dirigí hacia la cafetería, necesitaba mentalizarme de que estaría allí metido hasta las seis.

Eran las doce y media y ya no podía más, está bien, en la cafetería no paraba de entrar gente y eso era bueno, pero también me hacía trabajar más. Había preparado lo que a mí me parecían trescientos cafés y algo más y la puerta seguía abriéndose y cerrando; iba de mesa en mesa sin ver a los clientes, apuntando los pedidos. Me paré en una mesa con la vista clavada en la libreta y el bolígrafo, aunque sabía que no debía hacerlo, cuando escuché que una voz familiar me pedía un cappuccino. Bajé la libreta, en la mesa estaban Sandra y… bueno, mi novia.

- San tuvo la idea de venir, según ella seguro que te sentías solo – dijo Adri con los ojos en blanco.

- Creo que San ha tenido una buena idea, milagrosamente.

Una colleja rebotó de lleno en mi cuello.

- ¡Au!

- ¡Ups! Lo siento – sonrió Sandra – ¿Nos traes los cafés por favor? ¡Ah, y no te caigas con el reguero de babas!

- Claro – aunque quería un montón a San, había momentos en los que conseguía irritarme, aunque el malestar se me calmó un poco al escuchar la risa de su amiga.

No pude hablar mucho más con ellas antes de que se fueran, pero si me di cuenta de que Adri había sacado una flor roja del bolso.

A las seis menos veinte el jefe me dijo que me podía marchar, y me fui para casa feliz, aunque había sido un día duro, mañana solo tenía turno de mañana.

Cuando llegué al piso ya estaban todos, en pijama tirados en el sofá, menos…

- Hoy San y David duermen al lado, y San todavía no ha arreglado la calefacción.

- Le doy las gracias – contesté - ¿Qué estáis viendo?

- Tom se ha obcecado en ver E.T.

- Bueno, ahora mismo veo cualquier cosa.

- Sí, bueno, después quiere hacer maratón de Star Wars…

- Eeeeh, ¿no te apetece ir para cama?

Adri rió

- Danny, ¡son las seis!

- ¡Está bien! Pero yo solo me pienso tragar E.T. , después me voy a cenar y a dormir.

- ¿Es que no te callas nunca? – Tom me miraba con los ojos entrecerrados – Por favor, que ahora es cuando habla el profesor en clase y lo pilla dibujando.

- Claro… claro… No entiendo por qué la ve una y otra vez si se la sabe de memoria.

Un cojín me dio en toda la cara

- ¡Valee! ¡Ya me callo!

Me lancé encima de Adri; y la verdad, no recuerdo nada de la película.

Capítulo 15



Año nuevo

Esa mañana mi dolor de cabeza era horrible, yo y mi estúpida obsesión por el champagne, eran las 21.30 de la noche del primer día del año y David seguía durmiendo como un bebé grande a mi lado. De la noche anterior recordaba más bien poco pero había algo que permanecía en mi memoria y que nunca se iría. Estábamos ya en la fiesta después de cenar cuando entraron, venían cogidos de la mano y sonrientes, me dirigí corriendo hacia ellos y cuando los iba a abrazar, sus cabezas se juntaron, y después sus bocas cada vez más y más. “¡Al finnnn!” pensé, y cogí cuatro copas de la bandeja más cercana para celebrarlo. Adri estaba ensimismada y en aquel momento no quise atosigarla con preguntas, pero no se iba a librar de mí tan fácilmente. Casi nada más levantarme salí de la habitación, esa noche había tocado dormir en mi casa, y me dirigí hacia la cocina con un pensamiento malévolo, despertar a Adri y a Dan con nata montada, pero mientras abría la nevera dos dedos se clavaron en mis costillas.
- ¿A dónde te crees que vas? - gritó Dan a mis espaldas. “Mierda” pensé.
- Pues a junto tu NOVIA - le contesté mientras le besaba la frente - En serio cariño, enhorabuena, ya tardabas; pero más te vale cuidarla o sino…- pasé mi dedo índice horizontalmente por mi cuello. El se rió y se limitó a despeinarme mientras comía, bueno, más bien engullía un trozo de bizcocho de chocolate.
Cuando entré en la habitación todo estaba revuelto, piezas de ropa tiradas por aquí y por allá y en la deshecha cama una ruina de la Adri que había sido por la noche, aun así estaba preciosa, había algo que la había cambiado y era bastante obvio el que. Me debatí entre abrir la persiana o cantar, las dos me parecían demasiado crueles así que lo que hice fue tirarme encima de ella mientras la abrazaba, besaba y le hacía cosquillas.
- ¡Joder Daniel! - escuchamos bufar a David desde la otra habitación, nuestras carcajadas lo habían despertado y como hacíamos todos siempre que algo no nos gustaba le había echado la culpa a Dan - Ah, que tú estás aquí - escuchamos desde el salón.
- ¡Nooo! soy un holograma, mira estoy desapareciendo -Y la puerta del baño se cerró.
Nuestras carcajadas aumentaron al escuchar esa curiosa conversación. Siempre estaban igual y estaba claro que nunca cambiarían, pero su relación era tan tremendamente adorable que era imposible no quererlos y hasta incluso admirarlos. Adri se levantó tan deprisa que casi me tiró al suelo y me trajo una caja de encima del armario.
- Esto es para ti.
- ¡Ohhhhhhhhhhhh! ¿Qué es? – adoraba las sorpresas.
- ¿Y qué tal si lo abres?
- Ah claro, buenísima idea.

Dentro había una pequeñita caja envuelta en papel dorado. Quité el papel sin romperlo bajo la mirada atenta y ansiosa de mi amiga.
- ¡OH DIOS MÍO!
- ¡OH DIOS TUYO! - se burló Adri. Lo que me encontré en el interior de la caja fue un anillo de oro blanco con una perla en el centro. Me tiré encima de ella con el anillo ya puesto.
- Adri, ¡es perfecto! Bueno, más que perfecto, es precioso, bueno más que precioso, es…es…es...
- San cariño todavía no tengo claro lo que es.
Nuestras risas se unieron en una sola cuando aparecieron los chicos y se tiraron en plancha en la cama.
- ¿Se puede saber qué es tan gracioso?- inquirió David
- Si, que yo también me quiero reír
- Como si necesitaras una razón para hacerlo.

Y entonces sí que los cuatro empezamos a reír sin parar. Las carcajadas se vieron interrumpidas por un rugir de tripas, habíamos olvidado que llevábamos más de diez horas sin comer y como las ganas de cocinar eran pocas Adri y yo sugerimos, quizás ordenamos, que los chicos fueran a comprar la comida al chino de la esquina. Mientras Adri se duchaba me dediqué a ordenar aquella leonera que tenía por casa, se notaba tantísimo cuando los chicos dormían allí... Aunque esa vez era diferente, pues lo que había desparramado en todos los rincones no eran sudaderas y vaqueros, sino camisas, corbatas y pantalones de traje. Al terminar me fui a mi pequeño “despacho”, que consistía en una mesa de escritorio al lado de la chimenea del salón, a descargar las fotos en el ordenador. Mientras esperaba a que las fotos acabasen juguetee con mi nuevo anillo y cuando lo hacía girar en mis dedos me fijé en la inscripción del interior : “Sis”, ponía, era nuestro apelativo cariñoso de cuando éramos más pequeñas ya que ambas nos veíamos como hermanas. Aquel recuerdo era mucho más bonito hasta que el propio anillo. Después de 500 fotos cargadas, salió Adri de la ducha.
- Me siento limpia - mientras decía esto me tiré encima de ella.
- La inscripción es preciosa cariño.
- ¡Aleluya! Pensé que nunca la leerías, con lo tremendamente despistada que eres.
- Bueno cuando me lo cuentes absolutamente todo me iré a duchar, mientras tanto dispara.
Adri comenzó a contarme como había transcurrido su noche con detalles, desde la más mínima mirada hasta la estupidez más grande que, obviamente, había salido de boca de Dan, hasta el final donde ya aparecía yo. Procuré no hacer ningún tipo de comentario mientras hablaba porque teníamos una facilidad increíble para irnos por las ramas en cuanto teníamos la oportunidad , aun así no pude reprimir algún que otro “¡oh!” o algún “¡Dios!” Cuando terminó casi sin aire me pidió, bueno me mandó que yo narrara con la misma exactitud mi cena con David.
- Bueno – comencé - me llevó a cenar al mismo sitio donde fuimos la primera noche que cenamos juntos…donde empezó nuestra, lo que él denominó, aventura. Cenamos lo mismo que aquella noche, la música era la misma, hasta la disposición de las mesas. Todavía no sé como lo consiguió porque el restaurante ha cambiado de dueños y ahora es totalmente distinto. Además nada más llegar me obligó a ponerme el mismo vestido que llevaba aquella noche, los mismos zapatos, la misma ropa interior. Absolutamente todo era igual, y es que sigo sin saber cómo lo logró.

Mi amiga me miraba con sus brillantes ojos mientras sonreía. Cuando termine mi relato me fui a la ducha y la dejé mirando las fotos que acababa de subir. Desde el baño escuché como los chicos entraban en el piso y como no, no faltó la entrada triunfal de Dan.
-¡Dios! El chino de la esquina está cerrado, tuvimos que ir hasta Chinatown, y como cada vez que entro allí siento que cambia mi vida ¡es como un Londres en versión china! ¡Hay chinos por todas partes!

- Si cariño, realmente hay cosas que nunca se podrán explicar – oí que decía Adri.

Al escuchar semejantes comentarios no pude evitar reírme con mi típica risa escandalosa.
- ¡Gracias San! Ya no tengo que preguntar dónde estás- gritó David al escucharme.
Cuando salí del baño David y Dan estaban tirados en el sofá, mientras Adri preparaba la mesa, yo me puse mi pijama de muñequitos rosas y me senté en una silla.

- ¡Me muero de hambre! y como no vengáis ya no pienso esperar por vosotros - les dije a las dos marmotas del sofá. Adri y yo empezamos a cenar hasta que quince minutos después teníamos a nuestros respectivos novios devorando comida china.

lunes, 15 de febrero de 2010

Capítulo 14


De fiesta en fiesta… Nochevieja

A pesar del frío que hacía en la helada Londres unos tímidos rayos de sol chocaban contra los cristales de nuestras gafas de sol, era uno de esos días de frío y sol, perfecto para salir. Íbamos los cuatro en el coche, David y yo delante, Adri y Dan detrás. Faltaban dos días para la esperada noche de fin de año y por lo tanto para que se acabara la Navidad. Todo volvería a la rutina diaria, el trabajo, el madrugar; las tardes metida en casa pegada a la chimenea, viendo el agua de los tejados convertirse en estalactitas. Tenía ganas de que Adri pudiese ver y conocer hasta el último rincón de la ciudad de sus sueños, que tuviera su lugar favorito y su lugar especial; de que comenzase a trabajar y de que empezase definitivamente su nueva vida aquí conmigo, juntas, como siempre. Yo misma me iba a encargar de alquilar su piso en España, me daba pena que lo vendiese pues allí había muchos recuerdos nuestros, pero quería que se quedase aquí, la había echado mucho de menos y la veía contenta, no quería que pensara más en Carlos y en su antiguo trabajo; y los chicos y Dan en especial me estaban ayudando mucho en mi misión. Mientras pensaba todo esto mirando distraídamente a través de la ventanilla los escuchaba reír a mis espaldas. Miré por el retrovisor, estaban mirando hacia afuera, Dan le hacía de guía turístico de los mejores restaurantes, pubs, bares y discotecas mientras decía suficientemente alto para que yo lo escuchase:

- Si preciosa, yo me encargo de los sitios realmente buenos de esta “city”. Sandra ya te enseñará museos y tiendas de ropa. - David me miró con sus pequeños ojos desde detrás de los cristales de sus gafas de aviador y pude ver como ponía los ojos en blanco mientras le hacía la burla a su amigo, que seguía hablando sin parar. Sonreí, me encantaba cómo le quedaban esas gafas y su cazadora vaquera.
Avanzábamos hacia mi calle favorita para las compras, ya que los chicos todavía no tenían ropa para la última noche del año. Adri y yo habíamos cogido el calzado más cómodo posible, ya que indecisión, compras y David y Daniel no eran una mezcla que encajara a la perfección.
Seis horas después ya habíamos comprado todo e íbamos hacia el coche, nosotras delante ya que ellos iban…un pelín cargados con aproximadamente trescientas bolsas de trescientas tiendas diferentes. A pesar de que eran ellos y no nosotras los que tenían que comprar, la mayoría de las bolsas eran nuestras pues yo tenía demasiado sitio libre en mi nuevo y estupendo vestidor y Adri seguía renovando su armario.
Cuando llegamos a casa los chicos se fueron a cambiar, había sido un día duro para ellos, mientras mi amiga y yo nos fuimos a guardar las ingentes cantidades de ropa nueva y a tener unos minutos solo para chicas. El plan para esa noche consistía en lo que llevábamos haciendo todas las noches desde el día de navidad: película en casa, que veríamos en el regalo de Navidad de los chicos, nuestro estupendo televisor equipado con sus altavoces.

- ¡Saaaaan! - llamó mi amiga desde la otra habitación.
- ¡Oh! – pensé - eso suena a confidencia. Salí corriendo y tropezando con todo lo tropezable, algo típico en mi, y en menos de dos segundos estaba sentada en su cama con ojos atentos y curiosos.
- ¿Y bien? – pregunté exhausta, como si hubiese venido corriendo desde la otra punta del globo.
- Pueees...quee…- su cara era de confesión y eso siempre aumentaba mi ritmo cardíaco desde que éramos dos enanas enamoradas del mismo chico, que nos traía rosas el día de San Valentín - Danny…. no hace falta repetir que…me gusta mucho… y me dijo si…. - se calló y sus mejillas comenzaron a ruborizarse.
- Adri, cariñita – dije pacientemente, ya había perdido de la cuenta de por cuantos apelativos cariñosos la llamaba - sabes que puedes confiar en mí y que puedes contarme lo que quieras. - le dije mientras le besaba la mejilla y la cogía de las manos - A ver, dime. – realmente yo estaba impaciente.
- Pueees... quee…-hizo una pausa y prosiguió de golpe y en una vez –Danny-me-invito-a-cenar-con-él-los-dos-solos-la-noche-de-fin-de-año.
- ¿QUÉÉÉÉ?
- Pero no, cenaremos todos juntos como habíamos planeado; en serio, yo no quiero que tú te enfades ni te molestes, ni nada… - me limité a levantarme y a saltar encima de la cama mientras gritaba:
-¿Estás tonta? ¿Cómo me va a molestar? ¡Es genial! Qué digo genial, ¡es mucho más que genial! Adri ¿no te das cuenta?
- ¿A qué pregunta contesto primero? – dijo ella y las dos comenzamos a reír. – A ver, explícame, ¿por qué es tan genial?
- Porque fin de año es una noche mágica, bueno más que mágica. Todo es…fantástico y perfecto y…y… voy a pedir cita en la peluquería y el salón de belleza... y tienes que estar más que impresionante tienes que estar tremenda no, bueno si, y lo siguiente y más.

(Adri)

San siempre había sido como un torbellino, las cosas que a mí me parecían insignificantes para ella eran lo más importante del mundo y siempre se entusiasmaba con ellas. La conocía tantísimo que había sabido anticipar su reacción antes de decirle lo que me había dicho Danny, pero eso era imposible de detener. Yo estaba sentada en uno de los sofás negros mientras ella decía cosas sin sentido y daba vueltas en círculo. Después de estar media hora así cogió el teléfono y comenzaron a salir por su boca palabras seguidas, que seguían sin tener sentido alguno.
- Saa… - intenté interrumpirla.
- ¡Shh! Estoy trabajando. - me dijo con simulado tono de amenaza y después me echo la lengua. Era inútil intentar hacer algo en su contra, así que me espatarré en el sofá y encendí la tele mientras esperaba impaciente a que los chicos, bueno más bien el chico, llegaran.
Una hora después estaban llamando a la puerta y San todavía desvariaba, ver a David pareció calmarla un poco pero a los pocos minutos comenzó a ponerse nerviosa otra vez hasta que por fin se quedó dormida, y todos suspiramos aliviados.
- Qué adorable está ahora - dijo David mirándola con cara de idiota enamorado - No me extraña que esté cansada después de todo lo que se ha movido hoy, ha sido peor que un terremoto. A saber por qué estaba así... – me miró, pero me limité a ignorar esa pregunta indirecta, tan directa en realidad.
- Ya, cuando está nerviosa es realmente desquiciante - concedió Dan mientras sus palabras se ahogaban en su propia carcajada.
- ¡Calla! Que aun la vamos a despertar, y eso no es una buena idea después de que haya tenido uno de sus peculiares ataques de entusiasmo. - yo tenía cierta ventaja sobre ellos pues sabía cuál era la razón de su ilusión en estado máximo. Me acurruqué más en el pecho de Danny, esa había sido mi almohada durante los últimos días, y al parecer lo seguiría siendo durante una temporadita más, mi amiga no había arreglado la calefacción y tampoco parecía que tuviera muchas ganas de hacerlo, y la verdad, yo se lo agradecía. Danny daba más calor que un radiador.

_

Esa noche apenas pude dormir, no estaba especialmente nerviosa pero si sentía un cosquilleo en el estómago, sabía que el día siguiente iba a ser un día largo. Sandra estaría mucho más histérica que yo, sería como un huracán imparable y era mejor que me fuera preparando. Además echaba de menos mi particular almohada de las semanas anteriores, esa noche me había ido a dormir con Sandra, me apetecía una noche de chicas y suponía que a ella no le importaría. Me levanté a las diez de la mañana al escuchar el ruido de la más que estupenda exprimidora de San.
-¡Buenos días! - dijo mi amiga mientras me daba un beso y pasaba corriendo ya vestida.
- Sandra, ¿nunca cambiarás verdad? - dije riéndome.
- Jajaja, no lo dudes, ¡nunca! - gritó desde la habitación.
Yo me limitaba a desayunar y a mirar por la ventana, cuando apareció detrás del cristal un chico de espaldas y sin camiseta, por el tatuaje de su brazo deduje que era David. Me encantaba la pareja que hacían él y Sandra; él era como un niño grande y Sandra siempre había tenido un toque infantil que calaba en la gente: llamaba a todo el mundo con apelativos cariñosos, le encantaban las fiestas, las gominolas, el rosa y todo lo relativo a princesas y sobre todo los cuentos de hadas, de hecho ambas éramos fans declaradas de Disney. David me hizo un gesto para indicarme que esperara y movió sus labios en lo que a mí me pareció un grito; dos segundos después tenía enfrente a aquellos ojos, mis océanos propios. Danny me saludaba entusiasmado, sonriendo; agachó la cabeza mientras hacía algo encima de la mesa. Cuando la volvió a levantar estampó un folio contra la ventana en el que ponía con letra torcida y muy grande “Te quiero”. Definitivamente me encantaba.
Cuando aun continuaba en trance mirando a través de la ventana San me pidió, bueno, me ordenó que me vistiese que nos teníamos que ir; y aunque no sabía a dónde, me limité a obedecer, sabía que era lo mejor.
Antes de irnos fuimos a despedirnos de los chicos y Danny me susurró al oído que me recogería a las nueve en la puerta de al lado, esas cosas eran las que si me ponían nerviosa.

Fue un día realmente duro, por la mañana las últimas compras para la gran noche y por la tarde peluquería y demás arreglos.
A las nueve menos diez estábamos las dos listas y esperando por los chicos. Sandra no sabía que iba a hacer esa noche ya que David se había negado a decírselo, y la verdad yo tampoco sabía cuál era ‘nuestro’ plan. Mientras meditaba sobre eso y las posibles opciones sonó el timbre.

Detrás del umbral de la puerta apareció él, llevaba un traje negro, una camisa del mismo color y en el centro una corbata blanca mal anudada. Estaba guapísimo, pero sin duda lo mejor era su cara, su perfecta sonrisa y sus ojos...mis particulares océanos brillantes y azules, un azul que incluso parecía artificial.
- Estás espléndida, realmente espléndida - pronunciaron sus labios. A penas me podía mover, me limité a sonreírle. Afortunadamente mi amiga me estaba poniendo el abrigo para que saliera por la puerta, me sentía realmente estúpida pero no podía hacer nada para remediarlo, sus ojos me dominaban a su antojo y si me seguía viendo tan intensamente, mis músculos, uno por uno, dejarían de responder al completo.
- Tú también estas muy guapa San, pero los piropos se los dejo a David, vendrá dentro de un rato a buscarte. Por cierto, aun no sabes a donde te va a llevar ¿no?
-No tengo ni la menor idea – contestó nerviosa mi amiga mientras me daba el último empujoncito para poder cerrar definitivamente la puerta.

Cuando llegamos al garaje, Danny me agarró de la cintura para ayudarme a entrar por la puerta de su coche. Los primeros minutos del trayecto fueron en silencio, con cortas miradas que se cruzaban hasta que no pude aguantar más…
- Dan - un alzamiento de ceja me indicó que no había utilizado el nombre correcto - ¡ups! Danny – y su expresión se relajó.
- Dime, Adriana, ¡ups! Adri - le encantaba meterse conmigo y a mí la verdad me importaba más bien poco, decía que le gustaba la cara que yo ponía.
- Pues que nunca se me ha dado bien aguantar la curiosidad, siempre tengo que saber cuales van a ser las sorpresas y como no iba a ser menos quiero saber dónde demonios voy a cenar esta noche.
- ¡Ups! De repente me he quedado mudo y amnésico.
- Pues entonces no deberías estar hablando - le reproché
Su contestación a mi última frase fue un beso en la frente, acompañado de una amplia sonrisa. Tenía una virtud que destacaba sobre muchas otras: sacarme de quicio; pero sobre todo disfrutar con ello, aunque yo disfrutaba igual o más que él.
- Aquí tienes tu respuesta - dijo después de unos minutos - El bar donde trabajo, y esta noche es todo para nosotros.
El bar era un bar acogedor, pequeñito, decorado en granate y negro, y lo que más destacaba eran las mil botellas expuestas detrás de la barra. Las mesas y las sillas se intercalaban con sofás, sillones y mini mesas, pero la más llamativa era una redonda, que estaba en el centro, decorada con dos platos y una enorme vela en el medio.

Comenzamos a cenar, la velada transcurrió tranquila, con sus momentos de idioteces (sobre todo por parte de Danny) y sus momentos tiernos. Cuando acabamos de cenar Danny se acercó a mí mientras me cogía la mano izquierda, yo sentía que mi corazón latía más y más fuerte, en cualquier momento lo vería pasar por encima de su cabeza y salir por la puerta. Mientras pensaba esas estupideces sus labios se acercaron más a los míos y justo antes de que ambos se juntaran, paró y dijo:

- Ya basta de ir poco a poco.

Y me besó. Fue un beso dulce, radiaba dulzura y confianza. Ese beso resumía a la perfección todo lo que Danny era, incluso todo lo que yo sentía por él. Poco a poco nuestras bocas se fueron desprendiendo la una de la otra hasta que solo quedamos unidos por nuestras manos.
- Feliz año nuevo - me dijo; la última campanada acababa de sonar.
- Igualmente - me limité a contestar, sin apartar mis ojos de los suyos.

Dos horas después, que a mi parecer fueron tres minutos, estábamos otra vez sentados uno al lado del otro dentro de su coche.
- Danny…esto… ¿Qué se supone que somos ahora? – él me sonrío.
- Somos tú y yo, y no necesitamos nada más - y otra vez volví a notar esa atmósfera de dulzura y confianza.

domingo, 7 de febrero de 2010


Algún día...

L)


En cualquier momento.
En cualquier lugar.
En cualquier rincón.