lunes, 15 de febrero de 2010

Capítulo 14


De fiesta en fiesta… Nochevieja

A pesar del frío que hacía en la helada Londres unos tímidos rayos de sol chocaban contra los cristales de nuestras gafas de sol, era uno de esos días de frío y sol, perfecto para salir. Íbamos los cuatro en el coche, David y yo delante, Adri y Dan detrás. Faltaban dos días para la esperada noche de fin de año y por lo tanto para que se acabara la Navidad. Todo volvería a la rutina diaria, el trabajo, el madrugar; las tardes metida en casa pegada a la chimenea, viendo el agua de los tejados convertirse en estalactitas. Tenía ganas de que Adri pudiese ver y conocer hasta el último rincón de la ciudad de sus sueños, que tuviera su lugar favorito y su lugar especial; de que comenzase a trabajar y de que empezase definitivamente su nueva vida aquí conmigo, juntas, como siempre. Yo misma me iba a encargar de alquilar su piso en España, me daba pena que lo vendiese pues allí había muchos recuerdos nuestros, pero quería que se quedase aquí, la había echado mucho de menos y la veía contenta, no quería que pensara más en Carlos y en su antiguo trabajo; y los chicos y Dan en especial me estaban ayudando mucho en mi misión. Mientras pensaba todo esto mirando distraídamente a través de la ventanilla los escuchaba reír a mis espaldas. Miré por el retrovisor, estaban mirando hacia afuera, Dan le hacía de guía turístico de los mejores restaurantes, pubs, bares y discotecas mientras decía suficientemente alto para que yo lo escuchase:

- Si preciosa, yo me encargo de los sitios realmente buenos de esta “city”. Sandra ya te enseñará museos y tiendas de ropa. - David me miró con sus pequeños ojos desde detrás de los cristales de sus gafas de aviador y pude ver como ponía los ojos en blanco mientras le hacía la burla a su amigo, que seguía hablando sin parar. Sonreí, me encantaba cómo le quedaban esas gafas y su cazadora vaquera.
Avanzábamos hacia mi calle favorita para las compras, ya que los chicos todavía no tenían ropa para la última noche del año. Adri y yo habíamos cogido el calzado más cómodo posible, ya que indecisión, compras y David y Daniel no eran una mezcla que encajara a la perfección.
Seis horas después ya habíamos comprado todo e íbamos hacia el coche, nosotras delante ya que ellos iban…un pelín cargados con aproximadamente trescientas bolsas de trescientas tiendas diferentes. A pesar de que eran ellos y no nosotras los que tenían que comprar, la mayoría de las bolsas eran nuestras pues yo tenía demasiado sitio libre en mi nuevo y estupendo vestidor y Adri seguía renovando su armario.
Cuando llegamos a casa los chicos se fueron a cambiar, había sido un día duro para ellos, mientras mi amiga y yo nos fuimos a guardar las ingentes cantidades de ropa nueva y a tener unos minutos solo para chicas. El plan para esa noche consistía en lo que llevábamos haciendo todas las noches desde el día de navidad: película en casa, que veríamos en el regalo de Navidad de los chicos, nuestro estupendo televisor equipado con sus altavoces.

- ¡Saaaaan! - llamó mi amiga desde la otra habitación.
- ¡Oh! – pensé - eso suena a confidencia. Salí corriendo y tropezando con todo lo tropezable, algo típico en mi, y en menos de dos segundos estaba sentada en su cama con ojos atentos y curiosos.
- ¿Y bien? – pregunté exhausta, como si hubiese venido corriendo desde la otra punta del globo.
- Pueees...quee…- su cara era de confesión y eso siempre aumentaba mi ritmo cardíaco desde que éramos dos enanas enamoradas del mismo chico, que nos traía rosas el día de San Valentín - Danny…. no hace falta repetir que…me gusta mucho… y me dijo si…. - se calló y sus mejillas comenzaron a ruborizarse.
- Adri, cariñita – dije pacientemente, ya había perdido de la cuenta de por cuantos apelativos cariñosos la llamaba - sabes que puedes confiar en mí y que puedes contarme lo que quieras. - le dije mientras le besaba la mejilla y la cogía de las manos - A ver, dime. – realmente yo estaba impaciente.
- Pueees... quee…-hizo una pausa y prosiguió de golpe y en una vez –Danny-me-invito-a-cenar-con-él-los-dos-solos-la-noche-de-fin-de-año.
- ¿QUÉÉÉÉ?
- Pero no, cenaremos todos juntos como habíamos planeado; en serio, yo no quiero que tú te enfades ni te molestes, ni nada… - me limité a levantarme y a saltar encima de la cama mientras gritaba:
-¿Estás tonta? ¿Cómo me va a molestar? ¡Es genial! Qué digo genial, ¡es mucho más que genial! Adri ¿no te das cuenta?
- ¿A qué pregunta contesto primero? – dijo ella y las dos comenzamos a reír. – A ver, explícame, ¿por qué es tan genial?
- Porque fin de año es una noche mágica, bueno más que mágica. Todo es…fantástico y perfecto y…y… voy a pedir cita en la peluquería y el salón de belleza... y tienes que estar más que impresionante tienes que estar tremenda no, bueno si, y lo siguiente y más.

(Adri)

San siempre había sido como un torbellino, las cosas que a mí me parecían insignificantes para ella eran lo más importante del mundo y siempre se entusiasmaba con ellas. La conocía tantísimo que había sabido anticipar su reacción antes de decirle lo que me había dicho Danny, pero eso era imposible de detener. Yo estaba sentada en uno de los sofás negros mientras ella decía cosas sin sentido y daba vueltas en círculo. Después de estar media hora así cogió el teléfono y comenzaron a salir por su boca palabras seguidas, que seguían sin tener sentido alguno.
- Saa… - intenté interrumpirla.
- ¡Shh! Estoy trabajando. - me dijo con simulado tono de amenaza y después me echo la lengua. Era inútil intentar hacer algo en su contra, así que me espatarré en el sofá y encendí la tele mientras esperaba impaciente a que los chicos, bueno más bien el chico, llegaran.
Una hora después estaban llamando a la puerta y San todavía desvariaba, ver a David pareció calmarla un poco pero a los pocos minutos comenzó a ponerse nerviosa otra vez hasta que por fin se quedó dormida, y todos suspiramos aliviados.
- Qué adorable está ahora - dijo David mirándola con cara de idiota enamorado - No me extraña que esté cansada después de todo lo que se ha movido hoy, ha sido peor que un terremoto. A saber por qué estaba así... – me miró, pero me limité a ignorar esa pregunta indirecta, tan directa en realidad.
- Ya, cuando está nerviosa es realmente desquiciante - concedió Dan mientras sus palabras se ahogaban en su propia carcajada.
- ¡Calla! Que aun la vamos a despertar, y eso no es una buena idea después de que haya tenido uno de sus peculiares ataques de entusiasmo. - yo tenía cierta ventaja sobre ellos pues sabía cuál era la razón de su ilusión en estado máximo. Me acurruqué más en el pecho de Danny, esa había sido mi almohada durante los últimos días, y al parecer lo seguiría siendo durante una temporadita más, mi amiga no había arreglado la calefacción y tampoco parecía que tuviera muchas ganas de hacerlo, y la verdad, yo se lo agradecía. Danny daba más calor que un radiador.

_

Esa noche apenas pude dormir, no estaba especialmente nerviosa pero si sentía un cosquilleo en el estómago, sabía que el día siguiente iba a ser un día largo. Sandra estaría mucho más histérica que yo, sería como un huracán imparable y era mejor que me fuera preparando. Además echaba de menos mi particular almohada de las semanas anteriores, esa noche me había ido a dormir con Sandra, me apetecía una noche de chicas y suponía que a ella no le importaría. Me levanté a las diez de la mañana al escuchar el ruido de la más que estupenda exprimidora de San.
-¡Buenos días! - dijo mi amiga mientras me daba un beso y pasaba corriendo ya vestida.
- Sandra, ¿nunca cambiarás verdad? - dije riéndome.
- Jajaja, no lo dudes, ¡nunca! - gritó desde la habitación.
Yo me limitaba a desayunar y a mirar por la ventana, cuando apareció detrás del cristal un chico de espaldas y sin camiseta, por el tatuaje de su brazo deduje que era David. Me encantaba la pareja que hacían él y Sandra; él era como un niño grande y Sandra siempre había tenido un toque infantil que calaba en la gente: llamaba a todo el mundo con apelativos cariñosos, le encantaban las fiestas, las gominolas, el rosa y todo lo relativo a princesas y sobre todo los cuentos de hadas, de hecho ambas éramos fans declaradas de Disney. David me hizo un gesto para indicarme que esperara y movió sus labios en lo que a mí me pareció un grito; dos segundos después tenía enfrente a aquellos ojos, mis océanos propios. Danny me saludaba entusiasmado, sonriendo; agachó la cabeza mientras hacía algo encima de la mesa. Cuando la volvió a levantar estampó un folio contra la ventana en el que ponía con letra torcida y muy grande “Te quiero”. Definitivamente me encantaba.
Cuando aun continuaba en trance mirando a través de la ventana San me pidió, bueno, me ordenó que me vistiese que nos teníamos que ir; y aunque no sabía a dónde, me limité a obedecer, sabía que era lo mejor.
Antes de irnos fuimos a despedirnos de los chicos y Danny me susurró al oído que me recogería a las nueve en la puerta de al lado, esas cosas eran las que si me ponían nerviosa.

Fue un día realmente duro, por la mañana las últimas compras para la gran noche y por la tarde peluquería y demás arreglos.
A las nueve menos diez estábamos las dos listas y esperando por los chicos. Sandra no sabía que iba a hacer esa noche ya que David se había negado a decírselo, y la verdad yo tampoco sabía cuál era ‘nuestro’ plan. Mientras meditaba sobre eso y las posibles opciones sonó el timbre.

Detrás del umbral de la puerta apareció él, llevaba un traje negro, una camisa del mismo color y en el centro una corbata blanca mal anudada. Estaba guapísimo, pero sin duda lo mejor era su cara, su perfecta sonrisa y sus ojos...mis particulares océanos brillantes y azules, un azul que incluso parecía artificial.
- Estás espléndida, realmente espléndida - pronunciaron sus labios. A penas me podía mover, me limité a sonreírle. Afortunadamente mi amiga me estaba poniendo el abrigo para que saliera por la puerta, me sentía realmente estúpida pero no podía hacer nada para remediarlo, sus ojos me dominaban a su antojo y si me seguía viendo tan intensamente, mis músculos, uno por uno, dejarían de responder al completo.
- Tú también estas muy guapa San, pero los piropos se los dejo a David, vendrá dentro de un rato a buscarte. Por cierto, aun no sabes a donde te va a llevar ¿no?
-No tengo ni la menor idea – contestó nerviosa mi amiga mientras me daba el último empujoncito para poder cerrar definitivamente la puerta.

Cuando llegamos al garaje, Danny me agarró de la cintura para ayudarme a entrar por la puerta de su coche. Los primeros minutos del trayecto fueron en silencio, con cortas miradas que se cruzaban hasta que no pude aguantar más…
- Dan - un alzamiento de ceja me indicó que no había utilizado el nombre correcto - ¡ups! Danny – y su expresión se relajó.
- Dime, Adriana, ¡ups! Adri - le encantaba meterse conmigo y a mí la verdad me importaba más bien poco, decía que le gustaba la cara que yo ponía.
- Pues que nunca se me ha dado bien aguantar la curiosidad, siempre tengo que saber cuales van a ser las sorpresas y como no iba a ser menos quiero saber dónde demonios voy a cenar esta noche.
- ¡Ups! De repente me he quedado mudo y amnésico.
- Pues entonces no deberías estar hablando - le reproché
Su contestación a mi última frase fue un beso en la frente, acompañado de una amplia sonrisa. Tenía una virtud que destacaba sobre muchas otras: sacarme de quicio; pero sobre todo disfrutar con ello, aunque yo disfrutaba igual o más que él.
- Aquí tienes tu respuesta - dijo después de unos minutos - El bar donde trabajo, y esta noche es todo para nosotros.
El bar era un bar acogedor, pequeñito, decorado en granate y negro, y lo que más destacaba eran las mil botellas expuestas detrás de la barra. Las mesas y las sillas se intercalaban con sofás, sillones y mini mesas, pero la más llamativa era una redonda, que estaba en el centro, decorada con dos platos y una enorme vela en el medio.

Comenzamos a cenar, la velada transcurrió tranquila, con sus momentos de idioteces (sobre todo por parte de Danny) y sus momentos tiernos. Cuando acabamos de cenar Danny se acercó a mí mientras me cogía la mano izquierda, yo sentía que mi corazón latía más y más fuerte, en cualquier momento lo vería pasar por encima de su cabeza y salir por la puerta. Mientras pensaba esas estupideces sus labios se acercaron más a los míos y justo antes de que ambos se juntaran, paró y dijo:

- Ya basta de ir poco a poco.

Y me besó. Fue un beso dulce, radiaba dulzura y confianza. Ese beso resumía a la perfección todo lo que Danny era, incluso todo lo que yo sentía por él. Poco a poco nuestras bocas se fueron desprendiendo la una de la otra hasta que solo quedamos unidos por nuestras manos.
- Feliz año nuevo - me dijo; la última campanada acababa de sonar.
- Igualmente - me limité a contestar, sin apartar mis ojos de los suyos.

Dos horas después, que a mi parecer fueron tres minutos, estábamos otra vez sentados uno al lado del otro dentro de su coche.
- Danny…esto… ¿Qué se supone que somos ahora? – él me sonrío.
- Somos tú y yo, y no necesitamos nada más - y otra vez volví a notar esa atmósfera de dulzura y confianza.

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