miércoles, 17 de febrero de 2010

Capítulo 15



Año nuevo

Esa mañana mi dolor de cabeza era horrible, yo y mi estúpida obsesión por el champagne, eran las 21.30 de la noche del primer día del año y David seguía durmiendo como un bebé grande a mi lado. De la noche anterior recordaba más bien poco pero había algo que permanecía en mi memoria y que nunca se iría. Estábamos ya en la fiesta después de cenar cuando entraron, venían cogidos de la mano y sonrientes, me dirigí corriendo hacia ellos y cuando los iba a abrazar, sus cabezas se juntaron, y después sus bocas cada vez más y más. “¡Al finnnn!” pensé, y cogí cuatro copas de la bandeja más cercana para celebrarlo. Adri estaba ensimismada y en aquel momento no quise atosigarla con preguntas, pero no se iba a librar de mí tan fácilmente. Casi nada más levantarme salí de la habitación, esa noche había tocado dormir en mi casa, y me dirigí hacia la cocina con un pensamiento malévolo, despertar a Adri y a Dan con nata montada, pero mientras abría la nevera dos dedos se clavaron en mis costillas.
- ¿A dónde te crees que vas? - gritó Dan a mis espaldas. “Mierda” pensé.
- Pues a junto tu NOVIA - le contesté mientras le besaba la frente - En serio cariño, enhorabuena, ya tardabas; pero más te vale cuidarla o sino…- pasé mi dedo índice horizontalmente por mi cuello. El se rió y se limitó a despeinarme mientras comía, bueno, más bien engullía un trozo de bizcocho de chocolate.
Cuando entré en la habitación todo estaba revuelto, piezas de ropa tiradas por aquí y por allá y en la deshecha cama una ruina de la Adri que había sido por la noche, aun así estaba preciosa, había algo que la había cambiado y era bastante obvio el que. Me debatí entre abrir la persiana o cantar, las dos me parecían demasiado crueles así que lo que hice fue tirarme encima de ella mientras la abrazaba, besaba y le hacía cosquillas.
- ¡Joder Daniel! - escuchamos bufar a David desde la otra habitación, nuestras carcajadas lo habían despertado y como hacíamos todos siempre que algo no nos gustaba le había echado la culpa a Dan - Ah, que tú estás aquí - escuchamos desde el salón.
- ¡Nooo! soy un holograma, mira estoy desapareciendo -Y la puerta del baño se cerró.
Nuestras carcajadas aumentaron al escuchar esa curiosa conversación. Siempre estaban igual y estaba claro que nunca cambiarían, pero su relación era tan tremendamente adorable que era imposible no quererlos y hasta incluso admirarlos. Adri se levantó tan deprisa que casi me tiró al suelo y me trajo una caja de encima del armario.
- Esto es para ti.
- ¡Ohhhhhhhhhhhh! ¿Qué es? – adoraba las sorpresas.
- ¿Y qué tal si lo abres?
- Ah claro, buenísima idea.

Dentro había una pequeñita caja envuelta en papel dorado. Quité el papel sin romperlo bajo la mirada atenta y ansiosa de mi amiga.
- ¡OH DIOS MÍO!
- ¡OH DIOS TUYO! - se burló Adri. Lo que me encontré en el interior de la caja fue un anillo de oro blanco con una perla en el centro. Me tiré encima de ella con el anillo ya puesto.
- Adri, ¡es perfecto! Bueno, más que perfecto, es precioso, bueno más que precioso, es…es…es...
- San cariño todavía no tengo claro lo que es.
Nuestras risas se unieron en una sola cuando aparecieron los chicos y se tiraron en plancha en la cama.
- ¿Se puede saber qué es tan gracioso?- inquirió David
- Si, que yo también me quiero reír
- Como si necesitaras una razón para hacerlo.

Y entonces sí que los cuatro empezamos a reír sin parar. Las carcajadas se vieron interrumpidas por un rugir de tripas, habíamos olvidado que llevábamos más de diez horas sin comer y como las ganas de cocinar eran pocas Adri y yo sugerimos, quizás ordenamos, que los chicos fueran a comprar la comida al chino de la esquina. Mientras Adri se duchaba me dediqué a ordenar aquella leonera que tenía por casa, se notaba tantísimo cuando los chicos dormían allí... Aunque esa vez era diferente, pues lo que había desparramado en todos los rincones no eran sudaderas y vaqueros, sino camisas, corbatas y pantalones de traje. Al terminar me fui a mi pequeño “despacho”, que consistía en una mesa de escritorio al lado de la chimenea del salón, a descargar las fotos en el ordenador. Mientras esperaba a que las fotos acabasen juguetee con mi nuevo anillo y cuando lo hacía girar en mis dedos me fijé en la inscripción del interior : “Sis”, ponía, era nuestro apelativo cariñoso de cuando éramos más pequeñas ya que ambas nos veíamos como hermanas. Aquel recuerdo era mucho más bonito hasta que el propio anillo. Después de 500 fotos cargadas, salió Adri de la ducha.
- Me siento limpia - mientras decía esto me tiré encima de ella.
- La inscripción es preciosa cariño.
- ¡Aleluya! Pensé que nunca la leerías, con lo tremendamente despistada que eres.
- Bueno cuando me lo cuentes absolutamente todo me iré a duchar, mientras tanto dispara.
Adri comenzó a contarme como había transcurrido su noche con detalles, desde la más mínima mirada hasta la estupidez más grande que, obviamente, había salido de boca de Dan, hasta el final donde ya aparecía yo. Procuré no hacer ningún tipo de comentario mientras hablaba porque teníamos una facilidad increíble para irnos por las ramas en cuanto teníamos la oportunidad , aun así no pude reprimir algún que otro “¡oh!” o algún “¡Dios!” Cuando terminó casi sin aire me pidió, bueno me mandó que yo narrara con la misma exactitud mi cena con David.
- Bueno – comencé - me llevó a cenar al mismo sitio donde fuimos la primera noche que cenamos juntos…donde empezó nuestra, lo que él denominó, aventura. Cenamos lo mismo que aquella noche, la música era la misma, hasta la disposición de las mesas. Todavía no sé como lo consiguió porque el restaurante ha cambiado de dueños y ahora es totalmente distinto. Además nada más llegar me obligó a ponerme el mismo vestido que llevaba aquella noche, los mismos zapatos, la misma ropa interior. Absolutamente todo era igual, y es que sigo sin saber cómo lo logró.

Mi amiga me miraba con sus brillantes ojos mientras sonreía. Cuando termine mi relato me fui a la ducha y la dejé mirando las fotos que acababa de subir. Desde el baño escuché como los chicos entraban en el piso y como no, no faltó la entrada triunfal de Dan.
-¡Dios! El chino de la esquina está cerrado, tuvimos que ir hasta Chinatown, y como cada vez que entro allí siento que cambia mi vida ¡es como un Londres en versión china! ¡Hay chinos por todas partes!

- Si cariño, realmente hay cosas que nunca se podrán explicar – oí que decía Adri.

Al escuchar semejantes comentarios no pude evitar reírme con mi típica risa escandalosa.
- ¡Gracias San! Ya no tengo que preguntar dónde estás- gritó David al escucharme.
Cuando salí del baño David y Dan estaban tirados en el sofá, mientras Adri preparaba la mesa, yo me puse mi pijama de muñequitos rosas y me senté en una silla.

- ¡Me muero de hambre! y como no vengáis ya no pienso esperar por vosotros - les dije a las dos marmotas del sofá. Adri y yo empezamos a cenar hasta que quince minutos después teníamos a nuestros respectivos novios devorando comida china.

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