miércoles, 17 de febrero de 2010

Capítulo 16.


Danny.

Se acababan las vacaciones de Navidad, y aunque no quería que eso pasase, no podía hacer nada. Adri seguía durmiendo en mi habitación, ya habían pasado casi dos semanas desde que la calefacción se había roto, pero no parecía que San tuviera prisa por arreglarla, la verdad no me importaba; y para que ella no durmiera sola, David iba a su casa, o ella venía, así que nadie se quejaba. Que hoy se acabase el descanso significaba que tendría que volver al trabajo, y Adri se buscaría uno, entonces no podría estar tanto con ella; y ahora que estábamos juntos oficialmente sin que los chicos se metieran conmigo y con mi cara de estúpido, me fastidiaba bastante. En esos momento dormía a mi lado, sonriendo. ¿Había alguien que durmiese sonriendo? Solo ella. Me quedé mirándola durante un buen rato, hasta que recordé que era viernes y que tenía que ir a trabajar. Antes solo trabajaba el fin de semana, pero necesitábamos dinero para grabar el disco, y por lo tanto había alargado el turno.

Con mucha lentitud me levanté de la cama y aunque me hubiera gustado despertar a Adri saltándole encima, la dejé dormir; las vacaciones habían trastornado nuestras horas de sueño. Cogí mi sudadera verde, mis pantalones negros y las converse, y me sonreí a mí mismo al ver que al lado de estas había otras, más pequeñitas. Mi armario había sido invadido sin miramientos, al lado de las camisas había vestidos, al lado de mis pantalones estaban los de ella…

Eran las siete de la mañana, así que no me extrañó encontrarme a los chicos en la cocina, todos tenían que ir a trabajar.

- ¡Buenos días! – aunque hubiera trabajo, se notaba que estábamos de buen humor - ¿Siguen las chicas durmiendo?

- Totalmente, como lirones – contestó David – Y no me extraña, Sandra llevaba desde fin de año como un terremoto, nunca la había visto tan eléctrica; y cuando digo nunca, es nunca.

- No me apetece nada volver al trabajo – murmuraba Tom en una esquina – solo voy por el disco. Por cierto, tenemos que empezar a pensar un nombre para el grupo.

- ¡Calla, que nadie tiene ideas! – contestó Hugo.

Tom se rió.

- Bueno, esto es tema a debatir en otro momento; me tengo que ir, ¿os acerco a alguno?

- Por favor – Hugo y David contestaron al unísono.

- Está bien, ¿y tú Dan?

- No gracias, yo iré caminando.

Tom y los otros dos salieron por la puerta; me fui a la habitación a coger mi abrigo, Adri seguía plácidamente dormida. Aun me quedaban veinte minutos para tener que salir de casa así que me fui al pasillo del quinto piso, la vecina tenía una maceta con rosas fuera de la puerta, no notaría que le faltaba una. Regresé a casa y dejé la flor encima de la mesilla de la izquierda, y un papel con las palabras ‘Te quiero’ escritas. No me cansaría de decírselo, aunque solo llevábamos cinco días saliendo, técnicamente.

Llegó el momento de marcharme, me puse mis cascos, encendí la música y con Bruce Springsteen sonando en mis oídos me dirigí hacia la cafetería, necesitaba mentalizarme de que estaría allí metido hasta las seis.

Eran las doce y media y ya no podía más, está bien, en la cafetería no paraba de entrar gente y eso era bueno, pero también me hacía trabajar más. Había preparado lo que a mí me parecían trescientos cafés y algo más y la puerta seguía abriéndose y cerrando; iba de mesa en mesa sin ver a los clientes, apuntando los pedidos. Me paré en una mesa con la vista clavada en la libreta y el bolígrafo, aunque sabía que no debía hacerlo, cuando escuché que una voz familiar me pedía un cappuccino. Bajé la libreta, en la mesa estaban Sandra y… bueno, mi novia.

- San tuvo la idea de venir, según ella seguro que te sentías solo – dijo Adri con los ojos en blanco.

- Creo que San ha tenido una buena idea, milagrosamente.

Una colleja rebotó de lleno en mi cuello.

- ¡Au!

- ¡Ups! Lo siento – sonrió Sandra – ¿Nos traes los cafés por favor? ¡Ah, y no te caigas con el reguero de babas!

- Claro – aunque quería un montón a San, había momentos en los que conseguía irritarme, aunque el malestar se me calmó un poco al escuchar la risa de su amiga.

No pude hablar mucho más con ellas antes de que se fueran, pero si me di cuenta de que Adri había sacado una flor roja del bolso.

A las seis menos veinte el jefe me dijo que me podía marchar, y me fui para casa feliz, aunque había sido un día duro, mañana solo tenía turno de mañana.

Cuando llegué al piso ya estaban todos, en pijama tirados en el sofá, menos…

- Hoy San y David duermen al lado, y San todavía no ha arreglado la calefacción.

- Le doy las gracias – contesté - ¿Qué estáis viendo?

- Tom se ha obcecado en ver E.T.

- Bueno, ahora mismo veo cualquier cosa.

- Sí, bueno, después quiere hacer maratón de Star Wars…

- Eeeeh, ¿no te apetece ir para cama?

Adri rió

- Danny, ¡son las seis!

- ¡Está bien! Pero yo solo me pienso tragar E.T. , después me voy a cenar y a dormir.

- ¿Es que no te callas nunca? – Tom me miraba con los ojos entrecerrados – Por favor, que ahora es cuando habla el profesor en clase y lo pilla dibujando.

- Claro… claro… No entiendo por qué la ve una y otra vez si se la sabe de memoria.

Un cojín me dio en toda la cara

- ¡Valee! ¡Ya me callo!

Me lancé encima de Adri; y la verdad, no recuerdo nada de la película.

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