domingo, 17 de enero de 2010

Capítulo 10.


Sandra

Me desperté con un fuerte olor a café y con cosquillas en mis pies: David. Esa noche se había quedado a dormir conmigo, pues la calefacción de la habitación de Adri se había estropeado, y Dan se había encargado de gritar a los cuatro vientos, para que todos los vecinos se enterasen, de que ella debía dormir en la cama de David; casualmente a solo cuatro pasos de él, aunque obviamente, eso no lo había dicho, al menos no con palabras...

- Cariño, buenos días… ¿puedes dejar de hacer eso? - dije conteniendo la risa, él ya sabía que era imposible tocarme en los pies y que no me riera.
- Sí, bueeno, ya paro…- dijo remolón y con fingida cara de pena. Se levantó y fue a la cocina, desde donde gritó que el café ya estaba listo.

Cuando llegué a la cocina vi a David con guantes, gorro y delantal, su fuerte no era la cocina, eso estaba claro desde el día en que lo conocí. Me reí, pero decidí no meterme con él, así que cogí mi café y me senté en la barra; y lo primero que vi por la ventana que daba al patio fue a mi mejor amiga, con una camisa de hombre, un moño alto y una tostada en la mano, riéndose a carcajada limpia. Enfrente de ella, como no, estaba Dan, sonriéndole mientras se la comía con los ojos. Ella me miró y me guiño un ojo, imité el gesto y le sonreí en señal de buenos días.

David se había quitado su especial atuendo y estaba sentado en el sofá con una taza de café en las manos, mirándome con sus ojos azules, pequeños…Cada día entendía mejor por qué me había enamorado de él. Era simplemente perfecto.
Me sonrío, se recostó en el sofá e hizo un gesto que indicaba que aquel sitio me estaba esperando, y allí fui. Después de que se pasara una hora jugueteando con mi pelo, cosa que a mí no me importaba, sonó el teléfono; él quería impedir que lo cogiese pero no fue capaz, y conseguí contestar después de una lucha la cual me pareció que iba a ser interminable.

- ¿Si?- contesté casi sin aliento.
- ¡HOOOOOOLAAA! - un estridente saludo perforó mi tímpano – San, necesito que el animal de tu novio me traiga tooooda la ropa que necesite Adri, al menos para una semana. Porque vas a tardar mucho en arreglar la calefacción, ¿no? Por favor, por favor, por favor... Es que es perfecta San, de verdad, es perfecta. Es el mejor regalo de Navidad que me podías haber hecho. Con ella quiero ir despacio, quiero que absolutamente todo salga bien...Bueno cuelgo, me voy a ver si necesita algo.
- Dan - dije mientras sonreía, aunque ella no me lo había dicho, no hacía falta, sabía que mi amiga sentía exactamente lo mismo por él. - Te llevaré ropa, pero tienes que dejar que se venga a cambiar a casa para la cena de Hugo, ¿vale?
- Vaaale - dijo riéndose y colgó.
- Era Dan ¿no? - preguntó David, con cara de molestia – ¡Siempre! Siempre es él – y acto seguido sonrió.
- ¡Sí! - grité mientras corría a la habitación de Adri, podía escoger la ropa que se me antojara, ella no podría ponerme ninguna contra, mi sueño hecho realidad – Es que quiere que le lleve ropa a Adri.
Escuché una carcajada.
- Estás loca - decía David mientras se metía en el baño.

Me reí al escuchar esas palabras, él no era el único que me las decía, y en dos días las había escuchado más que nunca.
Fui a buscar una maleta a mi habitación, metí pantalones, camisetas, vestidos, zapatos, zapatillas, pijamas, ropa interior, maquillaje… Metí prácticamente de todo para Adri, excepto lo que le había comprado para esa noche. Estaría guapísima.

Cuando David salió de la ducha le dije que le llevara la maleta a ella y que les dijese a los chicos que hoy se comía en mi casa, tenía ganas de cocinar y de que estuviéramos todos juntos; pero había que hacer la compra y yo sabía que David lo odiaba, así que le dije que Adri tenía que venir conmigo, ella escogería el menú.
A los cinco minutos la tenía en el umbral de la puerta con sus zapatillas, su coleta alta, su camiseta y su chaqueta. Todo negro.
- Tranquila, me arreglaré por la noche. - me dijo echándome la lengua.
- Eso aunque no quisieras - le guiñe un ojo y cerré la puerta.
Bajamos al garaje a coger el coche, mi precioso coche color beis, comencé a plantearme si mi vida podía ser más perfecta.

-¿Qué música es esta?- protestó mi amiga nada más subir.
- Está te gustará más - le dije dándole un disco de Queen que le había comprado hacía un par de meses. Sí, yo era así, un desastre. - Y bien, ¿Qué quieres comer?

- A ver si aciertas – contestó.
- Mmmmm… ¿Comida china o pasta?
- ¡Pues claro! - dijo poniendo los ojos en blanco y sonriendo.
- Comeremos pasta pues.

Nos bajamos del coche y después de dos horas comprando teníamos el maletero lleno de reservas para lo que al menos serían , creía yo, dos meses.
El menú era spaghetti con salsa cuatro quesos, delicioso, a mi parecer; y mientras yo cocinaba Adri decidió ir a hacerle una visita a Danny (como solo ella le llamaba).
Hora y media después cuatro chicos y dos chicas estaban sentados saboreando sus spaghetti en el comedor de un maravilloso y céntrico piso londinense, no, mi vida en esos momentos no podía ser más perfecta.

Después de comer, rapte a Adri, literalmente, de las garras de Dan. Teníamos cita en una de las mejores peluquerías de Londres y, obviamente, no la íbamos a perder. Dejamos a los chicos encargados de recogerlo todo y nos fuimos felizmente a que nos arreglaran.

Esta vez dejé que Adri condujera, sabía lo mucho que le gustaba y desde que estaba aquí conmigo, todavía no lo había hecho.

Después de cuatro horas de tratamientos de belleza, manicuras, secadores, tenacillas y demás, salimos más que monísimas. Mi amiga llevaba una coleta de lado con una cascada impresionante de rizos color azabache, esa noche triunfaría. Yo llevaba el pelo recogido hacia dentro a modo de bob, lo que hacía parecer que mi melena había desaparecido. David se llevaría un buen susto, le encantaba mi pelo largo, y suelto.

Cuando llegamos a casa, sorprendentemente, la cocina estaba en orden. Sin ningún desperfecto aparentemente.

- Debo estar soñando - dijimos mi amiga y yo a la vez, era algo que nos pasaba a menudo, y ya solo nos limitábamos a reír.

Fuimos cada una a su habitación para vestirnos, se nos había hecho tarde, me extraño que Adri se fuese a su dormitorio pues no tenía la ropa, yo se la había comprado sin que ella se diese cuenta. Efectivamente, a los dos minutos la tenía en mi habitación con mirada ansiosa.

- ¿Y bien? - preguntó.

- ¿Y bien?-repetí burlándome de su tono mientras iba hacia mi armario, un armario que se estaba quedando pequeño.

Saqué su conjunto para esa noche. Una falda de piel negra alta entubada hasta por encima de las rodillas y una camiseta básica del mismo color, una chaqueta también negra y unas medias. A juzgar por su cara había acertado de pleno y aun no había visto lo mejor: los zapatos. Unos zapatos rojos aterciopelados y de altísimo tacón. Mientras ella se vestía o empecé a hacer lo mismo. Mi elección para esa noche era totalmente diferente a la de Adri, mi vestido era marfil con cuello barco, manga tres cuartos y entubado hasta encima de la rodilla, unas medias marrones y unos zapatos de tacón, claramente marrones también. Cuando salí de mi habitación Adri estaba sentada en la barra con sus carnosos labios pintados de rojo. Estaba perfecta.

- Estás perfecta – me dijo.

- Eso mismo he pensado yo al verte.

- Gracias – sonrió.

-Vamos - dije sonriente - Los chicos nos esperan.

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