Nochebuena
-¡Saaaaaaaaaaaaaaaaandraa! ¡Daaaaviiiiiiiiiiiiiiid! ¡Levantaos ya, vagos! - la estridente voz de Dan perforó mi tímpano hasta que solo pude oír el ruido que hacían los cojines al chocar contra mi cara: Adri, mi mejor amiga, a la que en ese momento empezaba a odiar, se lo estaba pasando como nunca cogiendo todos los cojines y tirándomelos. Definitivamente tener tantos en la habitación no había sido una buena idea.
- ¿Qué cojones está pasando? - bufó David molesto mientras se desperezaba, y aun así, me besó en la frente.
- Está pasando que hoy llegan tu madre y la mía, imbécil - le contestó Dan mientras salía con Adri cogida de la mano por la puerta.
- ¡Oh! ¡Es cierto! –grité con emoción mientras me ponía en pie encima de la cama. Cogí unos vaqueros, un blusón y unos zapatos. Me peiné, me eché unos polvos en la cara, un poco de rímel en las pestañas y en menos de dos minutos, sorprendentemente para ser yo, estaba lista. Cuando terminé de arreglarme David seguía tirado en la cama haciendo amagos de levantarse pero volviéndose a tumbar siempre, y aunque la escena era bastante cómica y podría reírme de él lo que quisiera, decidí que lo dejaría dormir; iría yo de su parte al aeropuerto. Me arrodillé en la cama a su lado y le susurre al oído.
- Duerme mi amor, iré yo a recogerlas.
- Eres realmente perfecta - y se acomodó nuevamente bajo el edredón. Me fui antes de que los leves ronquidos rompieran todo el encanto.
Para ir al aeropuerto tuvimos que llevar los dos coches, el mío y el de Dan, y como consecuencia mi viaje hasta el aeropuerto fue en solitario.
Al llegar, mi maravillosa suegra y mi preciosísima cuñada me esperaban alegres con sus maletas… las cuales, digamos que eran poco discretas…al lado de ellas estaban los torbellinos de Bolton, la madre de Dan y su hermana.
Después de los reencuentros y presentaciones, pues Adri tenía que conocer a su….bueno….a su “futura suegra”, nos fuimos a casa a buscar a David, Tom, Gio, Hugo e Inés para ir a comer a un restaurante chino, que era un buffet, por lo que podríamos hincharnos de nuggets, sushi, pollo frito , salsa agridulce y demás. Después de una comida tan familiar, llevamos a las madres a casa para que fueran haciendo la cena, y como no nos dejaban hacer nada, nos fuimos a patinar sobre hielo.
- ¡Aaaaaaaah! - acabábamos de entrar en la pista y Dan ya andaba por ahí sin control, “Va a ser una tarde de caídas” pensé. A mí nunca se me habían dado bien eso de las ruedas, había aprobado el carnet de coche después de cincuenta prácticas, me había roto un brazo andando en bicicleta y nunca había aprendido a andar bien en patines. Pero desde que vivía en Londres estaba mejorando, pues a David le encantaba patinar y una de nuestras primeras citas había sido en aquella pista. La recordaba bien, pues fue un poco desastre, nada más entrar mis pies resbalaran y nos habíamos ido directos al hielo. Nuestro primer beso, o intento de beso, había sido allí tirados. Ahora, mientras patinaba cogida de su mano veía a Adri con su melena negra al viento riéndose con Dan, en eso los dos era expertos: él hacia el tonto y ella se reía. Adoraba verlos y los adoraba a ellos. Adoraba a Dan más que nunca, sabía exactamente lo que mi amiga necesitaba, y lo que necesitaba se llamaba Daniel.
Estuvimos allí toda la tarde, y el record de caídas nos lo llevamos Dan y yo, aunque quizás la que más recordaríamos fuese de de Adri y mía. Rara vez hacíamos algo que conllevara tener equilibrio y no nos caíamos, y ese día no iba a ser raro, después de caernos de espaldas me llevé la impresión de haberme roto algún hueso del trasero. La verdad es que a Adri siempre le habían gustado los patines, al menos más que a mí, y no había perdido mucha práctica, pero comenzó a patinar conmigo y pasó lo que tenía que pasar. Después de muchas risas volvimos a casa, donde nos esperaban las cuatro madres de los chicos cocinando felizmente.
Mi amiga y yo nos fuimos a nuestro piso a prepararnos, con la ropa que habíamos comprado para ese día, que teníamos planchada y delicadamente colgada en el armario. Su vestido con escote y zapatos azules y mi vestido corto con mis zapatos rojos. Vistas en el espejo pareceríamos dos fichas del parchís.
Entramos calladas hasta que no pude aguantar más y le grité:
- ¿Y bieeeeen?
Mi amiga comenzó a reir
- De momento nada San, pero prefiero, quiero que vaya todo despacio, mágico. Es obvio que me encanta… y eso ojos ¡Dios San, esos ojos! Pero despacio…
- Mmmm, poco a poco, me gusta - susurré
- ¿Qué?
- Nada, nada… Venga, vamos a prepararnos ya.
- Todos murmuráis palabras sin sentido últimamente – se fue con fingida cara de odio y se metió en la ducha.
Después de tres horas preparándonos (qué raro en nosotras) nos fuimos a casa de los chicos, esta vez fue Dan el que apareció tras la puerta con su habitual sonrisa y sus brillantes ojos azules, ignorándome por completo, pero no me importó cuando vi la cara con la que mi amiga lo miraba.
- Hola Adri – dijo - estás…bueno…estás…eh…bueno…eh…impresionante -consiguió acabar, no antes de que yo pudiera reírme apagadamente de él. Yo me adentré en la casa y me dirigí directamente a la habitación de David, suponía que estaría allí haciendo el vago. Cuando entré me lo encontré sentado en el sofá de su habitación con un traje gris, precioso, y aunque tenía la corbata mal anudada, estaba perfecto, guapísimo. Después de arreglarle aquel enredado nudo salimos de la habitación, el ambiente era inmejorable.
Dan y Adri estaban sentados en el sofá con la guitarra en las manos mientras sonreían.
- San mira… ¡Ven! - llamó mi amiga, y comenzó a tocar una canción que, creía, era de Bruce Springsteen. Cuando terminó de tocar lo que había aprendido, Dan la beso en la frente y seguidamente añadió:
- ¡Mamáaaa! ¿Falta mucho? Mi estomago ruge de hambre, ¿cuando estará la comida?
Adri comenzó a reírse, yo puse los ojos en blanco pero finalmente la imité, era Dan; la abracé y nos sentamos a la mesa. El menú era típico: pavo relleno navideño, patatas asadas, y al menos, tres mil tartas, todo riquísimo.
Había empezado a comer cuando giré la cabeza y descubrí a David y a Dan con una servilleta de tela doblada en forma de barco y puesta a modo de gorro, estaba claro que eran únicos. La velada transcurrió tranquila y risueña, incluso eché en falta los quejidos de Dan por tener que dormir en el sofá ya que todas las camas estaban ocupadas y la de él le correspondía a Adri. Estoy segura que no puso ningún tipo de inconveniente por ser ella, si fuese para mí o para alguno de sus amigos habría puesto el grito en el cielo como solo él sabía hacer: su cama y su amorosa almohada (como él la llamaba) eran suyas y de nadie más, y mientras tenía aquel pensamiento noté como Bruce se posaba al lado de los pies de mi amiga.
- Eso es que le gustas – le susurró Dan.
- Eh…si...ya…ya me lo había dicho Tom - Adri comenzó a sonrojarse.
- Pues no es al único que le pasa.
Me sonreí a mi misma mientras me repetía una y otra vez “poco a poco”, la verdad siempre me había sido difícil contener mi impaciencia y esa semana me estaba costando más de lo normal, pero debía esperar.
Después de una larga noche de fiesta llegamos a casa de día, y después de una dura lucha con las llaves (David y Dan afirmaban que la cerradura se movía y les echaba la lengua, cosas de las fiestas) cada uno se fue para su habitación a excepción de Dan, que se quedó en el sofá del salón.
(Adri)
Y sin esperar a mi contestación se metió en cama.
- Claro…- murmuré igualmente.
Un cuarto de hora después estaba acurrucada contra él.
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